¿Sabían Adán y Eva acerca de la doctrina de las recompensas eternas? ¿Y las generaciones posteriores? ¿Enoc (séptima generación)? ¿Abraham (vigésima)? ¿Moisés (vigésima sexta)? ¿El rey David (trigésima cuarta)?
En el Antiguo Testamento se emplean varias palabras para expresar la idea de recompensa: recompensa, retribución, cosechar y juicio son cuatro de las más destacadas. Aunque está claro que los creyentes del Antiguo Testamento sabían que Dios recompensaba la conducta piadosa, la cuestión es si sabían que esas recompensas se extendían más allá de esta vida. ¿Sabían que obtendrían recompensas eternas por un servicio fiel?
Hay muchos pasajes del Antiguo Testamento que enseñan o implican recompensas eternas. He elegido dos para comentarlos.
Daniel 12:2-3. Escribió: “Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua. Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad”.
Este es uno de los textos más claros del Antiguo Testamento sobre las recompensas eternas, aunque la mayoría de los comentaristas considera que aquí el tema es solo el destino eterno, no la vida eterna junto con posibles recompensas eternas. Por ejemplo, véanse los comentarios de J. Dwight Pentecost en The Bible Knowledge Commentary:
Los judíos incrédulos resucitarán para vergüenza y desprecio eterno y no participarán de las bendiciones del pacto. En cambio, los judíos que crean en el Mesías resucitarán corporalmente para vida eterna y para posiciones de honor en el reino milenario de Cristo. Al ser glorificados en el reino, resplandecerán como el brillo de los cielos. (Cf. Mateo 13:43: “Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga”). Serán sabios, porque confiarán en el Mesías aunque eso les acarree sufrimiento (“Daniel”, pp. 1372-73).
El problema con esta postura es que no todos los creyentes del Antiguo Testamento fueron sabios ni todos convirtieron a muchos a la justicia.
Daniel está hablando de dos tipos distintos de creyentes. Todos los creyentes resucitarán para vida eterna. Pero los creyentes sabios que hayan llevado a muchos a la justicia serán resucitados para una plenitud especial de vida eterna.
La comparación de Daniel 12:2-3 con Mateo 13:43 y Romanos 8:17b muestra que aquí el asunto concierne a las recompensas eternas, no al destino eterno.
Eclesiastés 12:13-14. Salomón concluye este libro con estas palabras: “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala”.
Esto es lo que dice Brad Doskocil en el próximo Grace Old Testament Commentary sobre estos versículos clave:
12:13. Tras examinar todas las pruebas, la conclusión es: teme a Dios y guarda sus mandamientos…
12:14. La conclusión es de alcance universal. Dios va a juzgar toda obra humana. Las obras de todos serán evaluadas por Jesús, porque Él es el Juez (Juan 5:22-23). La Biblia presenta dos juicios distintos de las obras humanas: uno para los creyentes que tienen vida eterna y otro para los incrédulos no regenerados.
Para los creyentes, su juicio tendrá lugar cuando Jesús regrese a la tierra para conquistarla y establecer su reino terrenal (Mateo 16:27; Lucas 14:14; 2 Timoteo 2:12; Apocalipsis 2:26-27; 3:21; 20:4-6). Este juicio se llama el Tribunal de Cristo (2 Corintios 5:10). Jesús evaluará las obras de cada creyente, sean buenas o malas, y lo recompensará en consecuencia. Son recompensas eternas que duran para siempre. Jesús es justo: remunera a sus obreros por su servicio.
También hay textos del Nuevo Testamento que indican que los creyentes del Antiguo Testamento estaban motivados por recompensas eternas.
Hebreos 11 nos dice que:
- Moisés esperaba una recompensa eterna (v. 26): consideró la recompensa futura mayor que todos los tesoros de Egipto.
- Abraham esperaba la Nueva Jerusalén (v. 10).
- Los mártires sufrieron en anticipación de “una mejor resurrección” (v. 35).
Hebreos 12:2 nos dice que el propio Señor estuvo motivado a ir a la cruz por las recompensas eternas: “por el gozo puesto delante de Él”.
Los cuatro Evangelios. Cuando el Señor Jesús enseñó acerca de las recompensas eternas, estaba enseñando a personas anteriores al inicio de la Iglesia, no a personas de la era de la Iglesia. La Iglesia no comenzó hasta después de la muerte, sepultura, resurrección y ascensión de Jesús.
La parábola de las minas (Lucas 19:11-27) es una enseñanza clara anterior al inicio de la Iglesia: cuando Jesús regrese, a algunos se les dirá: “Está bien, buen siervo”, y se les dará autoridad para gobernar sobre diez ciudades. A otros no se les dirá “Está bien, buen siervo”, pero recibirán autoridad sobre cinco ciudades. Y a algunos se les reprenderá y no recibirán ninguna autoridad para gobernar, aunque entrarán en el reino, a diferencia de los incrédulos que son muertos en el v. 27.
La parábola del siervo fiel y malo (Mateo 24:45-51) enseña que, si un creyente que va bien y está en camino de reinar en la vida venidera empieza a pensar: “Mi Señor tarda en venir”, bien podría salirse de la comunión con el Señor y perder el derecho a gobernar y reinar. Conservará la vida eterna, pero no la recompensa del señorío.
Otros ejemplos de enseñanza sobre recompensas en los Evangelios incluyen: la parábola de las diez vírgenes, la parábola de los talentos, el juicio de las ovejas y las cabras, y Mateo 6:19-21.
Los creyentes anteriores al nacimiento de la Iglesia sabían mucho más sobre las recompensas eternas de lo que solemos reconocerles.
Es muy posible que un porcentaje mayor de creyentes del Antiguo Testamento creyera en las recompensas eternas que el de creyentes del Nuevo Testamento hoy.
Dios nos ha hecho de tal manera que, en parte, nos motivan las recompensas. Eso es verdad en todos los ámbitos de la vida, incluida la vida cristiana. Y también fue cierto en la vida de los creyentes del Antiguo Testamento, tanto judíos como gentiles.
Mantén el foco en la gracia al motivarte con la esperanza de recompensas eternas.
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Bob Wilkin es el Director Ejecutivo de Grace Evangelical Society (Sociedad Evangélica de la Gracia). Vive en Highland Village, TX, con su esposa de 43 años, Sharon. Sus libros más recientes son Faith Alone in One Hundred Verses [Sola Fe en Cien Versículos] y Turn and Live: The Power of Repentance [Tornar y Vivir: El Poder del Arrepentimiento]


