Lucas 8:4–15 presenta la versión de Lucas de la parábola de los cuatro terrenos. La mayoría de los lectores de este blog ya están familiarizados con esta parábola que enseñó el Señor. Una de las diferencias entre la versión de Lucas y la de Marcos se encuentra en Lucas 8:8. Marcos dice que la buena tierra produce fruto al treinta, al sesenta o al ciento por uno (Marcos 4:8). Lucas, en cambio, menciona solo la producción más alta: al ciento por uno.
Según tengo entendido, una cosecha así era inaudita. Ningún agricultor del primer siglo esperaría una producción semejante. Ninguno la había experimentado jamás. El punto de la parábola es que el creyente fiel, que espera y trabaja por la venida del reino, será recompensado mucho más allá de lo que pueda imaginar. Lucas no se anda con rodeos; menciona únicamente la cantidad más alta que el Señor presentó.
Si lo lleváramos a términos modernos, Jesús está enseñando que algunos creyentes serán como los “Elon Musk” de Su reino: Serán fabulosamente ricos y poderosos.
Pero, ¿quiénes serán? Sabemos por la parábola que serán aquellos que soportan la oposición por su lealtad al Señor. Aquellos que no viven para este mundo, sino para el venidero. En una palabra, serán creyentes que aman al Señor y a Su reino.
Cuando contemplamos la magnitud de estas riquezas y este poder eternos, probablemente pensamos que es imposible que nosotros estemos incluidos en ese grupo. Así como un agricultor del primer siglo no podía imaginar una cosecha al ciento por uno, nosotros somos tentados a creer que el Señor se refiere a otras personas: personas famosas, líderes cristianos de los que leemos en las noticias, aquellos que tienen ministerios exitosos, escriben libros superventas o poseen doctorados.
Pero si miramos el contexto con más atención, Lucas nos dice que no es así. Justo antes de esta parábola, Lucas nos presenta a cuatro mujeres.
La primera es una pecadora notoria (Lucas 7:36–50). Se acerca al Señor y le lava los pies con sus lágrimas y con su cabello. Lo hace a pesar de enfrentar la burla de todos los presentes. Luego unge al Señor con un perfume costoso, a gran precio para ella misma.
El Señor dice que ella actuó así porque “amó mucho” (7:47): lo amaba a Él. Pero sus acciones también mostraban que no amaba las cosas de este mundo.
Posteriormente, Lucas nos habla de tres mujeres más: María Magdalena, Juana y Susana (8:1–3). María había estado poseída por demonios, y el Señor la liberó. Juana, al parecer, gozaba de una posición privilegiada que le permitía moverse en círculos de poder político, pero dejó atrás ese privilegio para seguir a Cristo. No sabemos nada sobre Susana.
Lo que estas mujeres tenían en común era su amor por el Señor. Ofrecieron su tiempo y sus recursos económicos para estar cerca de Él y suplir las necesidades del Señor y de Sus discípulos. Incluso después de Su muerte, vemos a María y a Juana sirviéndolo en Su sepulcro (24:9–10). Lucas menciona que “otras mujeres” también estaban allí. Creo que entre ellas estaba Susana.
Me parece que al mencionar a estas tres mujeres justo después de relatar la historia de la mujer que ungió los pies de Cristo, Lucas quiere que las veamos bajo la misma luz. No les importaba lo que el mundo pensara, ni el costo personal de sus actos. Querían servir al Señor. ¿Por qué? Porque ellas también “amaban mucho.” Amaban al Señor. Esperaban con anhelo Su reino venidero y no amaban las cosas de este mundo.
El mundo no las estimaba. El mundo las consideraban necias. Pero a los ojos del Señor, tenían un corazón bueno y recto (8:15). Sin duda, son un ejemplo para nosotros.
¿Qué tipo de agricultor espiritual tendrá una cosecha inconcebiblemente grande en el reino? ¿Quiénes serán los Elon Musk de ese mundo?
Lucas nos dice: personas como estas cuatro mujeres agricultoras. En lo que respecta a la cosecha en el reino eterno de Cristo, ellas parecen ser agricultoras muy exitosas. Estaban sembrando para recibir recompensas eternas.
Nosotros también podemos ser como ellas.


