Cuando la mayoría de los cristianos piensan en el Reino de Dios, se imaginan que será un lugar donde todos son iguales. Será como una especie de utopía comunista. Desde su punto de vista, las ideas del comunismo, donde todos están en igualdad de condiciones, se harán realidad porque Jesucristo gobernará sobre todas las cosas. Nadie será más rico o más poderoso que el otro. Todas estas distinciones pertenecen sólo a este mundo. El pecado ha causado que estas desigualdades existan. Creo que en la mente de la mayoría de la gente un mundo donde todos son iguales es el lugar ideal. Se sostiene que si el Reino de Dios no fuera tal lugar, habría celos entre aquellos que no son tan importantes, ricos o poderosos como otros. Si tales condiciones existieran, al menos algunas personas del Reino no serían perfectamente felices. Esto no es posible porque en el Reino todos estarán infinitamente llenos de gozo.
Sin embargo, incluso una lectura superficial del Nuevo Testamento nos dice que el Reino de Dios no será así. Jesús dice que en verdad habrá quienes sean “grandes” en el Reino de Dios. Habrá quienes gobiernen y quienes no. Habrá algunos que se sienten en tronos y otros que no. Habrá coronas que se darán a algunos por sus leales servicios y otros no recibirán tales coronas. La Biblia nos enseña que no sólo existirán tales distinciones, sino que es justo que el Reino de Dios las tenga.
Me parece que no sólo la Biblia nos enseña estas cosas, sino también lo hace nuestra experiencia. Pasé más de dos décadas y media en el ejército. Me gustaba casi todo lo que tenía que ver con ello. Disfruté de la gente, los desafíos, los viajes y mi trabajo. Mis experiencias en el ejército me enseñaron muchas lecciones valiosas. Una de esas lecciones fue que no todos los hombres (y mujeres) son iguales. Algunos merecen, con razón, ser más grandes que otros.
Lo vi más claramente cuando trabajé con un soldado llamado Gordon Roberts. Los dos éramos soldados. De hecho, teníamos el mismo rango y trabajábamos en la misma oficina y teníamos el mismo trabajo. Uno podría pensar que a los ojos de los militares éramos iguales. Pero se equivocaría.
Gordon fue un héroe nacional. Por sus acciones en Vietnam, fue premiado con la más alta medalla de nuestra nación, la Medalla de Honor. Como resultado, recibió muchos privilegios que yo no tuve. Recibió un cheque extra cada mes. Fue invitado a todas las inauguraciones presidenciales como invitado de honor. Se le pedía constantemente que hablara en grandes eventos. Los periodistas venían a entrevistarlo e incluso a escribir libros sobre él. Incluso consiguió su propio lugar de estacionamiento privado y placas especiales del estado de Georgia.
¿Por qué él era más grande que yo? Porque arriesgó su vida para salvar las vidas de muchos otros. Se merecía tal honor. Era justo.
En el Reino, Dios recompensará a aquellos que por sus acciones merezcan tales recompensas. Es justo. No habrá celos porque no habrá pecado. ¿Puedo añadir algo más? Aunque tengo una naturaleza pecaminosa, fue un honor (incluso en este mundo) trabajar junto a Gordon. Estaba contento de que él hiciera lo que hizo hace tantos años. En el Reino todos estaremos contentos de que aquellos que son grandes honraron al Señor de la manera en que lo hicieron.
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Ken Yates es pastor de la iglesia Little River Baptist [Iglesia Bautista Rio Pequeño] en Jenkinsville, Carolina del Sur. Él enseña con GES en los institutos bíblicos por todo el mundo.