“Estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía. Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos., y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre.”
Estos tres versículos parecen ser sencillos y directos: algunas personas en Jerusalén creyeron en Jesús, pero El no se fiaba de ellos. Los versículos son sencillos y directos para los que entienden el propósito del Evangelio de Juan y un tema que él utiliza a través del libro: el motivo del creyente secreto. Estos versículos se ponen muy difíciles para los que fallan en tomarlos en cuenta.
Fallar en entender el motivo del creyente secreto resulta en el fallo de entender el evangelio en sí. El Evangelio de Juan no se trata meramente de lo que uno debe hacer para ser salvo. El que cree en Jesús recibe la vida de Dios, una vida que está llena de potencial. Para crecer y madurar en esta vida, uno debe caminar en comunión con Cristo, y convertirse en uno de Sus “amigos”: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando” (15:14).
Jesús solamente se fía de los que le obedecen (Juan 14:21). Confesar abiertamente su fe en Cristo es un aspecto central de la obediencia. El Evangelio de Juan habla de personas que creen en Jesús pero tienen miedo de los líderes judíos y mantienen secreto su fe en Él. Compare 12:42-43 y 19:38.
Hubo mucha presión, especialmente en Jerusalén, para mantener secreta la propia creencia que Jesús era el Cristo. Esta presión era tan grande que cuando Jesús restauró la vista de un hombre en Jerusalén que había sido ciego desde su nacimiento, sus padres no estuvieron dispuestos ni a mencionar que era Jesús quien lo había hecho, “porque tenían miedo de los judíos, por cuanto los judíos ya habían acordado que si alguno confesase que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga” (9:22).
Juan no sale directamente e indica qué fue exactamente de estos creyentes nuevos que causo a Jesús no fiarse de ellos. Sin embargo, él aclara el problema. Jesús “sabía lo que había en el hombre” (2:25). La palabra hombre forma un puente inconfundible entre 2:23-25 y 3:1ff, “Había un hombre…” (3:1).
Nicodemo ilustra el problema que tuvieron estos hombres. Nicodemo es el ejemplo supremo de un creyente secreto en Juan. El hecho de que vino a Jesús por la noche se menciona no solamente una vez, sino tres veces en el Cuarto Evangelio (3:2; 7:50; 19:39). En Juan, no se hace claro precisamente cuándo Nicodemo viene a la fe. Más probablemente, ocurrió la misma noche en que vino a Jesús y el Señor le dijo que “nacería de nuevo” si creyera en Él para la vida eterna (vea 3:1-21).
Ante el Sanedrín, Nicodemo revela solo un poco sobre su fe en Cristo (Juan 7:45-52). Mientras no confiesa su creencia abiertamente, desafía a sus compañeros gobernantes en cuanto a su juicio de Jesús, y por sus esfuerzos, recibe una reprensión punzante (8:52). Después de la crucifixión, Nicodemo está allí con José de Arimatea, reclamando abiertamente el cuerpo de Jesús para su entierro (19:38-42). Juan indica claramente que José era “discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos.” El hecho de que Nicodemo y José están vinculados en el texto, indica que Nicodemo también había sido un discípulo secreto de Jesús.
Incluso antes de que estos nuevos creyentes del versículo 2:23 habían hecho algo, Jesús sabía lo que había en ellos. Sabía que tenían o tendrían miedo de confesarlo por temor a los judíos. Sabía que no estuvieron dispuestos para ser sus amigos. No eran dignos de aprender más acerca del Padre y de seguir a Jesús. Por lo tanto, Jesús “no se fiaba de ellos.” Esto no tiene nada que ver con la vida eterna. No hay ningún lugar en Juan o en el Nuevo Testamento entero donde se sugiere que solamente aquellos de quienes Jesús se fía tienen vida eterna. De hecho, este versículo claramente muestra lo contrario; es decir, que Jesús no se fía de todos creyentes.
La objeción que esta fe era un resultado de los signos milagrosos que hizo Jesús durante la Pascua no minimiza su fe de ninguna manera. La razón que Juan incluyó los signos en su libro fue llevar a la gente a la fe en Cristo (20:31). Mientras que hay una bendición especial para los que creen sin ver los signos acompañantes (20:29), esto de ninguna manera hace inválida la fe que resulta de los signos (Vea Hodges, “Untrustworthy Believers” [Creyentes no confiables], Bibliotheca Sacra (Abril-Junio 1978), pp. 141-143). Si ese fuera el caso, entonces Juan seguramente no habría incluido ningunos signos en su libro.
Aplicación: ¡No sea un santo secreto!
Sin embargo, Juan está alentando a sus lectores para confesar su fe en Cristo abiertamente para que nuestro Señor se fíe de ellos. Mientras que todos los creyentes tienen vida, la plenitud de vida es posible solamente cuando obedecemos a Cristo. Y confesar nuestra fe en Cristo es un elemento esencial de la obediencia. Solo los creyentes confiables disfrutan de una amistad íntima con el Señor Jesucristo.