Una de las enseñanzas principales de la teología de la Gracia Gratuita es la doctrina de las recompensas eternas. Aunque todos los creyentes vivirán con Cristo para siempre, algunos recibirán mayor honor y privilegios en el Reino, según lo que hayan hecho después de creer en Jesús para vida eterna. La mayoría de los cristianos no cree que habrá diferencias entre los creyentes en el Reino, o ni siquiera ha oído hablar de esa posibilidad. Sin embargo, los maestros de la Gracia Gratuita entienden correctamente que las enseñanzas sobre recompensas están presentes en todo el Nuevo Testamento.
¿Pero qué pasa con el Antiguo Testamento? Incluso algunos dentro del movimiento de la Gracia Gratuita podrían preguntarse si los creyentes del Antiguo Testamento sabían algo acerca de recompensas en el Reino. GES está preparando un comentario bíblico de todo el Antiguo Testamento. Uno de los elementos que lo distinguirá de otros comentarios será su énfasis en los temas propios de la Gracia Gratuita. He hablado con algunos de los autores, y todos afirman que encontramos enseñanzas sobre recompensas a lo largo del Antiguo Testamento.
Uno de estos autores es Brad Doskocil. A Brad se le ha asignado escribir el comentario sobre el libro de Eclesiastés. Muy pocos pensarían que en Eclesiastés se enseña sobre recompensas. Pero Brad señala con acierto que ese es precisamente el tema principal del libro.
Este tema aparece claramente en la conclusión. En los dos últimos versículos, Salomón escribe:
Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala (Eclesiastés 12:13-14).
A lo largo del libro, Salomón habla de lo temporales que son las cosas de esta tierra. Son como el vapor. Podemos hacernos una idea al ver nuestro aliento en una mañana muy fría. Lo vemos por un instante, y luego desaparece. Así son las cosas que el mundo anhela.
Una perspectiva así podría llevarnos a la desesperación. ¿Cuál es el propósito de todo? Incluso si soy creyente y sé que viviré para siempre en el Reino de Dios, ¿qué importa lo que haga ahora?
Salomón ofrece la respuesta. Aunque este mundo está pasando, debemos temer a Dios. Debemos preocuparnos por lo que Él piensa de nosotros. Debemos obedecerlo. ¿Por qué?
Porque Él nos juzgará. Juzgará nuestras obras. Incluso juzgará las cosas hechas en la oscuridad. Juzgará nuestras intenciones. Juzgará tanto nuestras buenas acciones como las malas.
Es imposible leer las palabras de Salomón sin recordar las enseñanzas del Nuevo Testamento sobre el juicio venidero de los creyentes. Pablo dice que compareceremos ante el Tribunal de Cristo. El Señor afirma que juzgará todas nuestras obras. Lucas dice que Cristo juzgará lo que se hace en secreto. Juzgará nuestras intenciones. Juzgará tanto lo bueno como lo malo (Lucas 8:17; 1 Corintios 4:5; 2 Corintios 5:10; Apocalipsis 22:12).
Puede que muchos lectores de la Biblia se sorprendan que Salomón lo entendía de esta manera. No debería ser sorprendente. Hebreos 11 ofrece una larga lista de creyentes del Antiguo Testamento que vivieron vidas piadosas. ¿Por qué vivieron así? Porque sabían que estarían en el Reino de Cristo, pero también deseaban no solo estar en el Reino, sino ser grandes en él.
Salomón fue un creyente. Cometió muchos errores e hizo cosas malas. Al contemplar su vida, sabía que todo lo que hizo sería llevado a juicio. Este mundo no tenía nada de valor eterno que ofrecerle. Lo que hacemos para el Señor no es como el vapor. Tiene valor eterno porque resultará en recompensas eternas. Muchos creyentes del Antiguo Testamento, incluido Salomón, sabían más sobre esto que muchos cristianos de hoy en día.
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Ken Yates (Maestría en Teología, Doctorado, Seminario Teológico de Dallas) es editor de Journal of the Grace Evangelical Society. Es orador internacional y de la costa este estadounidense de GES. Su libro más reciente es Hebrews: Partners With Christ [Hebreos: Copartícipes de Cristo].


