Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él; si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro…(Col 1:21-23)
Si tuviera un centavo por cada vez que alguien me pregunta sobre este versículo, ¡seguramente tendría algo de cambio en el bolsillo!
¿Enseña este versículo que la vida eterna puede perderse si uno deja de creer? ¿Que si uno falla en preservar en la fe, significa que nunca ha sido salvo en primer lugar?
La respuesta a ambas preguntas es no.
Por supuesto, es importante determinar la condición espiritual de aquellos a quienes el autor está hablando. Afortunadamente, el texto es muy explícito al respecto. Pablo dice que los colosenses a quienes estaba hablando eran “ en otro tiempo extraños” a Dios, pero ahora han sido reconciliados con Él mediante la muerte de Cristo. Las personas que ya no son alienados de Dios son claramente creyentes.
El hecho de que aquellos a quienes Pablo estaba hablando eran creyentes se ve en su exhortación de permanecer “fundados y firmes, y sin moveros de la esperanza del evangelio en la fe.” Esto es en adición a las palabras anteriores de Pablo sobre la fe que los lectores tenían en Jesucristo (1:4). Por definición, los no creyentes no creen. No tienen fe en la que perseverar, ni ninguna esperanza a la que aferrarse.
La pregunta clave es esta: ¿Qué quiso decir Pablo cuando dijo que Dios los reconcilió “para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él”? Es un gran error considerar que esta declaración de propósito se refiere a la posesión de la vida eterna.
La reconciliación tiene dos metas, una de las cuales es la vida eterna. Esa meta es garantizada y se cumple inmediatamente en el mismo momento de la fe (Juan 3:16; 6:47). La segunda meta, ser presentado santo, sin mancha e irreprensible ante Dios, no es garantizado ni cumplido inmediatamente en el momento de la fe.
Se refiere a una presentación futura. La pregunta es, ¿Qué hay aquí a la vista? ¿Habrá algún juicio para los creyentes? ¿Habrá un momento en que los creyentes serán presentados ante Dios?
Sí, en el tribunal de Cristo. Los creyentes serán juzgados y luego presentados ante Dios por el Señor Jesucristo. Algunos serán considerados siervos buenos y fieles (Lucas 19:20-26) y serán presentados como aquellos que han vivido vidas santas, sin mancha, e irreprensibles. Otros serán vistos como siervos inútiles (Lucas 19:20-26) y no serán presentados como unos que han vivido vidas ejemplares.
Muchos pierden de vista esta simple solución porque llegan a la conclusión de que los términos santos y sin mancha e irreprensibles deben entenderse en un sentido absoluto. Sin embargo, las palabras griegas originales usadas aquí también se usan en otras partes de las Escrituras para referirse a la experiencia práctica de aquellos cuyas vidas son ejemplares, pero ciertamente no perfectas.
Por ejemplo, se requiere que los ancianos de la iglesia sean irreprensibles en su experiencia (Tito 1:6).
Igualmente, la Biblia dice que los 144,000 evangelistas de la Tribulación serán sin mancha ante el trono de Dios, ya que “en sus bocas no fue hallada mentira” (Apocalipsis 14:5). Esto claramente se refiere a la experiencia de estas personas en en su vida terrenal, no a su posición en Cristo.
Incluso el término santo se usa en las Escrituras para referirse a la experiencia. Pedro, citando un versículo clave del Antiguo Testamento del libro de Levítico, les dice a sus lectores, “Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pe 1:16). De manera similar, Pablo se refiere a las creyentes solteras que “tiene[n] cuidado de las cosas del Señor; para ser santa[s] en cuerpo como en espíritu” (1 Cor 7:34).
Confiar solo en Cristo es la única condición de la salvación eterna. Sin embargo, se requiere mantener la fe para ser presentado como santo, sin mancha, e irreprensible en el Tribunal de Cristo. Continuar en la fe requiere obediencia durante toda la vida. Como dijo Pablo en otro pasaje, “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (Ga 6:9).
Había una necesidad especial de hacer este énfasis en la perseverancia en la fe en Colosas. La iglesia colosense fue asediada con enseñanzas heréticas. Estas enseñanzas eran una mezcla de filosofía griega, misticismo, y legalismo judío. Por ejemplo, Pablo tuvo que advertir a la iglesia que no adorara a los ángeles (2:18), y no adoptara un estilo de vida ascético con la esperanza de que la negligencia del cuerpo pudiera ayudar a mantener bajo control sus deseos carnales (2:20-23).
Colosenses 1:21-23 no enseña que la salvación eterna se puede perder si uno falla en permanecer en la fe. Tampoco enseña que la persona que falla en permanecer prueba que no ha sido salva en primer lugar. Lo que sí que enseña es que se requiere permanecer en la fe para poder presentar un buen informe en el Tribunal de Cristo. No es el caso aquí, pero muchos otros pasajes hablan de que aquellos que terminan sus vidas siendo siervos buenos y fieles obtendrán tesoros eternos y recompensas como resultado de este buen informe. Mi oración para ustedes es que vivan vidas santas, sin manchas, e irreprensibles, para que un día el Señor Jesús les diga, “Bien, buen siervo y fiel.
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Bob Wilkin es el Director Ejecutivo de Grace Evangelical Society (Sociedad Evangélica de la Gracia). Vive en Highland Village, TX, con su esposa de 43 años, Sharon. Su libro más reciente es Turn and Live: The Power of Repentance [Tornar y Vivir: El Poder del Arrepentimiento].