No hay nadie que haya vivido más allá de los 12 años que pueda mirar su vida y decir que no perdió una oportunidad de oro. Todos podemos admitir que hemos tomado malas decisiones que nos han hecho perder futuras oportunidades.
Cuando me uní al ejército, a los nuevos reclutas se les dio la oportunidad de aprovechar el beneficio ofrecido por la Ley del Soldado. Haciendo una inversión inicial de $1,000, pagada en 24 cuotas, podíamos inscribirnos en el programa. Nos dijeron que con eso podríamos pagar cualquier tipo de educación al salir del ejército o pagar libros, tuición, renta, y muchas otras cosas en cualquier escuela a la que quisiéramos asistir, incluso la escuela de vuelo. Se podría pagar toda su educación aprovechando esa inscripción, incluso un doctorado. Esa inversión inicial de $1,000 fácilmente podría pagar mucho más de $100,000 de beneficios en el futuro.
No sé el porcentaje, pero una gran cantidad de nuevos reclutas no se inscribieron en el programa. No podían ver tan lejos el futuro. Para ellos, tener mil dólares en los dos años siguientes fue más importante que amasar una fortuna considerable dentro de los próximos diez años. No es sorprendente que después, muchos de ellos consideraron esa decisión como una oportunidad perdida.
Como a los proponentes de la Gracia Gratuita, a menudo nos preguntan por qué los creyentes deberían “invertir” en hacer buenas obras. Sabemos que tenemos vida eterna que nunca se puede perder. Dado que nos cuesta seguir al Señor en obediencia, ¿Por qué hacerlo? Hay muchas respuestas a esa pregunta. Queremos demostrar nuestro amor por lo que el Señor ha hecho por nosotros. Recibiremos recompensas eternas en el reino por tal obediencia. Queremos evitar la disciplina de nuestro Padre Celestial. Queremos experimentar la intimidad con el Señor.
Me gustaría discutir brevemente un aspecto de esa última razón. En el caso de la Ley de los Soldados, muchos de los ex soldados que no aprovecharon la ley, probablemente se encontrarían en el futuro preguntándose, “Dónde estaría si tuviera esos beneficios hoy?” Verían muchas cosas que hubieran podido haber hecho con la fortuna que la ley les hubiera proporcionado. Las oportunidades parecerían interminables.
En el caso de José de Arimatea, vemos un hombre que perdió una oportunidad de oro. Era creyente, pero en secreto (Juan 19:38). No quería pasar el tiempo con el Señor, y tampoco quería estar públicamente asociado con Él. Al momento, pensaba que el coste de hacerlo sería demasiado alto. Así, perdió la oportunidad de viajar y comer con el Señor, y de aprender de Él cara a cara. Podemos estar seguros de que se arrepintió de no haber hecho esa inversión inicial en el Señor por el resto de su vida. ¿En qué clase de hombre y creyente se hubiera convertido con esa inversión? ¡Qué diferente hubiera sido su vida!
Lo mismo es cierto para nosotros. Cuando caminamos con el Señor, ciertamente disfrutamos de una intimidad más cercana con Él. Pero hay más que eso. Cuando somos obedientes, aprendemos cosas de Él que nos cambian de muchas maneras. Maduramos espiritualmente. El Señor nos lleva al ministerio y a tener experiencias con personas que no hubiéramos tenido de otra manera. Esto resulta en un conocimiento que no se puede obtener de ninguna otra manera, e incluso nos causa ver el mundo en que vivimos de otra manera.
Pero qué pasa si no queremos hacer esa inversión. Si dentro de diez años vemos el error en elegir nuestro camino, ¿Cuál será el resultado? Ciertamente podemos arrepentirnos y seguir al Señor. El Señor es misericordioso y nos permitirá hacer eso.
Pero en situaciones como esa, ¿Cuál de nosotros no mirará hacia atrás sin darse cuenta de la gran oportunidad que perdió? ¿Dónde estaríamos espiritualmente si lo hubiéramos seguido antes? ¿Qué sabiduría y qué tipo de ministerio tendríamos para el Señor hoy, si lo hubiéramos hecho? ¿A dónde nos habría llevado el Señor y qué impacto podríamos haber tenido hoy sobre los demás?
Por supuesto, para esos ex soldados que probablemente hayan mirado hacia atrás y recordado su decisión de no inscribirse en el programa ofrecido por la Ley del Soldado, sería mejor olvidar el pasado y seguir adelante. Los creyentes anteriormente desobedientes deberían hacer lo mismo. Pero hay una lección para nosotros. Hoy, tenemos la oportunidad de invertir nuestras vidas en el Señor. ¿Qué traerá esa inversión? No tomemos una mala decisión. La oportunidad de oro está justo en frente.
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Ken Yates es pastor de la iglesia Little River Baptist [Iglesia Bautista Rio Pequeño] en Jenkinsville, Carolina del Sur. Él enseña con GES en los institutos bíblicos por todo el mundo.