En mi último blog analicé cómo Dios se ha revelado en la creación. La primera parte del Salmo 19 habla de esta revelación, llamada a menudo “revelación general”.
Se debe señalar que existe un límite a lo que una persona puede conocer basándose solo en la creación. Ciertamente, no puedes saber si puedes tener una relación con el que creó todas las cosas. No puedes saber nada sobre la posibilidad de vida eterna o de una resurrección corporal. Esta lista podría ampliarse enormemente.
David, el escritor del Salmo 19, reconoce estas cosas. Después de hablar de la revelación general en la primera parte del Salmo 19, dedica la última parte a otra forma en la que Dios se reveló a la humanidad. Es a través de Su Palabra. Las Escrituras son a menudo llamadas la “revelación especial de Dios”. Este tipo de revelación nos dice cosas sobre Dios que no podemos aprender de Su obra en la creación.
Lo que encuentro fascinante de las afirmaciones de David sobre la Palabra de Dios es que, aunque solo tenía una parte del Antiguo Testamento, sus aseveraciones tienen paralelos directos con las enseñanzas del Nuevo Testamento que vendrían siglos después.
Lo primero es que cuando David empieza a hablar del valor de las Escrituras cambia la palabra que utiliza para decir “Dios”. Cuando habló del poderoso Dios de la creación, usó la palabra hebrea “El”. Cuando habla del Dios que se ha revelado a sí mismo en su palabra, usa la palabra “Yahvé” la cual enfatiza la relación personal que Dios tiene con su pueblo. Su Palabra nos dice cómo esto puede ser una realidad.
En los versículos 7-9, David utiliza diferentes frases para describir la Palabra de Dios. Dice que no hay errores en ella (perfecta). Es capaz de dar vida (convertir el alma). Es capaz de hacer a una persona sabia, es decir, de decirnos cómo vivir. Es “recto” o directo, diciéndonos qué sendero caminar.
Puede traer alegría (alegra el corazón). Alumbra los ojos, lo que significa que nos da comprensión espiritual en medio del mundo espiritualmente oscuro en el que vivimos. La palabra de Dios puede producir en nosotros un apropiado “temor al Señor”. Aunque servir a Dios por nuestro amor a Él puede ser de hecho la mejor motivación, a veces debemos obedecer debido una potencial disciplina del Señor en nuestras vidas.
También sabemos por la Palabra de Dios que las decisiones, o “juicios” del Señor son siempre “verdaderos y justos”. Esto es así cuando Dios juzga el pecado, cuando da la vida eterna por la fe en Cristo, cuando disciplina a su pueblo, o lo que Él decida.
David dice, en esencia, que la Palabra de Dios nos indica cómo experimentar la vida, tener comunión con Dios, cómo vivir, cómo tener alegría, cómo caminar en la luz en lugar de la oscuridad y ver la realidad tal como es, y que podemos confiar en cualquier cosa que Dios haga.
En la última parte del Salmo David dice que la Palabra de Dios también nos ayuda en cuanto a nuestros pecados. Nos advierte sobre las consecuencias del pecado (v. 11). También nos dice que por la obediencia a la Palabra de Dios existe una “gran recompensa”. ¡No puedo evitar preguntarme cuánto sabía David sobre las recompensas en el próximo Reino de Dios también! Además, la Palabra de Dios nos ayudará a no ser esclavos del poder del pecado (v. 13).
Es fácil ver los paralelismos directos en el Nuevo Testamento. Jesús dijo que seguir sus enseñanzas es caminar por el camino correcto. Dice que una vida así es una vida sabia. El Nuevo Testamento está repleto de las consecuencias negativas (para los creyentes) de la desobediencia y la gran recompensa por la obediencia, tanto en esta vida como en el mundo venidero. Juan nos dice en su primera epístola (y también otros escritores del Nuevo Testamento) que los creyentes tienen comunión con Dios cuando le obedecen. La obediencia es sabia y permite a los cristianos vivir en la luz.
El poder de Dios se muestra en las cosas que ha creado. Pero cuán valiosa es la revelación de sí mismo en su palabra. No es de extrañar que David diga que tiene más valor que el “oro fino”. Su sabor debería ser considerado por su pueblo como “más dulce que la miel”. (v. 10) Nosotros, los que tenemos el Nuevo Testamento, deberíamos sentirnos así en un grado aún mayor. ¡Seamos personas que lo lean y lo estudien!
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Ken Yates es el pastor de la iglesia Little River Baptist [Iglesia Bautista Rio Pequeño] en Jenkinsville, Carolina del Sur. Él enseña con GES en los institutos bíblicos por todo el mundo.