Cuando estaba en el ejercito, había una frase que usábamos con frecuencia. Si estuvimos explicando un concepto a otra persona, especialmente si esa persona era nueva al ejercito, diríamos que necesitábamos “Keep It Simple, Stupid” [“Mantenlo Sencillo, Estúpido”]. Lo llamamos el principio KISS. El punto era que muchas veces, describíamos las cosas de una manera demasiada complicada.
Lo mismo se puede decir de los conceptos teológicos. Uno de esos conceptos es el arrepentimiento. En el movimiento de la Gracia Gratuita, lo aclaramos que si definimos el arrepentimiento como lamentar sus pecados, esto no es un requisito para recibir la vida eterna. El evangelio de Juan, el único libro en el Nuevo Testamento cuyo propósito es contar a los no creyentes cómo recibir la vida eterna, nunca menciona el arrepentimiento.
Cuando discutimos el asunto, normalmente vamos por muchos caminos diferentes. Hablamos sobre los significados de la raíz de la palabra arrepentimiento. Miramos cómo se utiliza en contextos diferentes. Hablamos de cómo se usa cuando se refiere a los judíos y cómo se usa cuando se dirige a los creyentes. Estudiamos cómo se utilizaba en escritos seculares y en tiempos diferentes. Queremos saber cómo se usaban el sustantivo y el verbo en el Antiguo Testamento.
Pero yo quiero mantenerlo sencillo. Si el arrepentimiento significa lamentar sus pecados, ¿es eso necesario para recibir la vida eterna? ¿Esto implica lágrimas? Si así es, ¿cuánto necesito lamentar mis pecados para ser salvo? ¿Cuántas lágrimas debo llorar? A través de los años, muchas personas me han dicho que no creen que eran salvos porque cuando pensaron que eran salvos, no lamentaron lo suficiente sus pecados. Pero ahora, realmente los lamentan.
¿Así es cómo funciona? Claro que no. Recientemente leí un artículo breve publicado por el Seminario Teológico de Dallas. Fue un artículo escrito hace muchos años por Lewis Sperry Chafer, el fundador del seminario. El título del artículo es “Creencia.” El punto es que lo único que una persona necesita hacer para recibir la vida eterna es creer en lo que Dios nos ha prometido sobre darnos la vida eterna por medio de Su Hijo, Jesucristo. Cualquiera adición, incluso lamentar sus pecados, es una adición al evangelio.
Chafer brevemente aborda la idea de que uno debe lamentar sus pecados y llorar sobre ellos. Pero no entra en grandes discusiones teológicas sobre el contexto o el griego. Él lo mantiene sencillo haciendo dos preguntas: “¿Debo ablandar a Dios con mis lágrimas?” “¿Le tengo que persuadir con mis súplicas?”
Encontré este punto sencillo tan refrescante. ¿El no creyente tiene que halagar a Dios al llorar sobre sus pecados antes de que pueda ser salvo del infierno? ¿El no creyente debe convencerle a Dios que tiene remordimiento verdadero sobre su vida pasada antes de que pueda recibir la vida eterna?
¿Es esa la representación de Dios que hallamos en el Nuevo Testamento? ¿Está Dios reacio a dar vida eterna a las personas, y por eso necesitamos demostrar que realmente entendemos cuánto no merecemos Su gracia por lamentar y rechinar los dientes sobre nuestra condición lastimosa ante Dios?
Eso es lo que estamos diciendo cuando les decimos a las personas que el arrepentimiento es un requisito para la vida eterna y que el arrepentimiento significa lamentar sus pecados. Anhelo el día cuando nunca más tendré que oír proclamado ese tipo de evangelio. Lewis Sperry Chafer murió hace más de 65 años. Él tuvo que lidiar con las mismas cosas con que nosotros lidiamos hoy. Los evangelistas y predicadores de su época les decían a las personas que tenían que llorar y lamentar sus pecados. Él dijo que eso no era el caso. El único requisito es creer en Jesucristo para la vida eterna. En otras palabras, Chafer nos exhortó a “mantenerlo sencillo, estúpido.”
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Ken Yates es pastor de la iglesia Little River Baptist [Iglesia Bautista Rio Pequeño] en Jenkinsville, Carolina del Sur.