Ocasionalmente, me preguntan cómo la gente del Antiguo Testamento recibía la vida eterna. Desafortunadamente, incluso quienes son de la Gracia Gratuita a veces dicen que la gente del Antiguo Testamento era eternamente salva por los sacrificios ahí prescritos, o por guardar la Ley de Moisés, o simplemente por creer en el Dios de Israel en algún sentido muy general. Pero la salvación eterna siempre ha sido por gracia a través de la fe. Pablo dice que este fue el caso de Abraham, y que él es un ejemplo para todos los que fueron salvos en el Antiguo Testamento (Romanos 4:1-4). Todas estas personas creyeron en la venida de Cristo, que traería un reino eterno. A Abraham se le prometió que el Cristo sería descendiente suyo, y Abraham lo creyó.
Un tema relacionado con esto es la salvación de los gentiles en el Antiguo Testamento. ¿Cómo fueron salvos? Muchos dirían que ninguno de ellos oyó hablar de la venida de Cristo. Pero eso no es verdad.
Es cierto que el Antiguo Testamento fue escrito para la Nación de Israel. No es sorprendente, entonces, que el Antiguo Testamento no dé mucha información acerca del alcance de Dios a las naciones gentiles con el mensaje de la venida de Cristo. Pero hay ejemplos que demuestran que los judíos sí difundieron ese mensaje a las naciones circundantes.
Uno de esos ejemplos se encuentra en 2 Reyes 20:12-13. Ezequías, el rey de Judá, era un hombre muy justo que agradaba al Señor. El Señor lo bendijo. El autor de 2 Reyes elogia mucho a Ezequías por su fidelidad al Señor (18:3-8).
Una de las bendiciones de Dios en respuesta a la fidelidad de Ezequías fue que libró a Judá de la mano del rey de Asiria cuando amenazó a Judá con su ejército. Asiria era la potencia militar dominante del mundo, y Dios mató milagrosamente a 185.000 soldados asirios.
Cuando Ezequías cayó mortalmente enfermo, el Señor milagrosamente le salvó la vida y le dijo que viviría quince años más. En ambos casos, Dios hizo lo que hizo porque Ezequías oró a Él y confió en la Palabra de Dios tal como fue entregada por el profeta Isaías. Ezequías conocía bien las promesas que Dios había hecho, incluyendo el pacto establecido con David. Este pacto incluía la promesa de la venida de Cristo, que reinaría para siempre (2 Samuel 7; 2 Reyes 19:34; 20:6).
Después de que Dios realizara estos milagros en favor de Judá y Ezequías, la noticia de lo sucedido se extendió naturalmente a las naciones vecinas. Ellas también estaban amenazadas por Asiria y se habrían alegrado de lo que el Dios de Israel había hecho a los asirios en Judá. En el este, otra nación, Babilonia, estaba subiendo al poder y luchaba contra Asiria. Un poderoso príncipe de Babilonia viajó a Judá para ver si Ezequías se aliaría con Babilonia contra Asiria.
Esto era completamente lógico. Judá era una nación que había derrotado a Asiria en batalla. El príncipe de Babilonia y todos los que viajaron desde Babilonia con él habían oído hablar de cómo Dios había bendecido a Ezequías y a su pueblo (2 Crónicas 32:31). Sabían que el Dios de Ezequías le había salvado la vida milagrosamente (2 Reyes 20,12). ¿Qué mejor aliado podían tener? Tal vez podrían beneficiarse del poder que Ezequías y su pueblo habían experimentado.
Cuando estos líderes extranjeros pasaron tiempo con Ezequías, ¿qué les dijo Ezequías? ¿Les explicó cómo su pequeño ejército había derrotado a los poderosos asirios? ¿Les habló de la Palabra de Dios hablada a Isaías y de la promesa hecha a la nación de que un día el Hijo de David gobernaría en Jerusalén sobre un reino eterno? ¿Explicó que su victoria sobre Asiria y su curación milagrosa se lograron porque era un hijo de David que creía en lo que Dios había dicho?
El Antiguo Testamento no registra estas conversaciones, pero, ¿puede haber alguna duda de que la respuesta a estas preguntas es “sí”? Estos líderes extranjeros querían saber el secreto de todos estos notables acontecimientos. Vieron que Ezequías era una imagen de salud después de haber estado mortalmente enfermo. Sabían que su mortal y poderoso enemigo, Asiria, había quedado gravemente debilitado por lo ocurrido en Judá, a pesar de que el ejército de Judá era insignificante (2 Reyes 18:23). ¿Cómo ocurrieron tales maravillas?
Ezequías era un rey justo que confiaba en la Palabra de Dios. Él les habría contado a estos hombres lo que Dios había dicho y hecho. Ellos habrían regresado a Babilonia y contado a muchos otros las cosas que habían oído y visto. Seguramente conocían al Dios de Israel y su promesa de un Rey venidero.
No sabemos cuántos de los que oyeron creyeron lo que Ezequías había dicho. Había sobradas pruebas de que decía la verdad: estaba ante sus ojos. Pero una cosa sí sabemos: El mensaje de la venida de Cristo sin duda sí salió a las naciones.
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Ken Yates (Maestría en Teología, Doctorado, Seminario Teológico de Dallas) es editor de Journal of the Grace Evangelical Society. Es orador internacional y de la costa este estadounidense de GES. Su libro más reciente es Hebrews: Partners With Christ [Hebreos: Copartícipes de Cristo].