La palabra original usada como “condenación” en el Libro de Romanos es katakrima. Solo aparece tres veces en el libro. De hecho, estas son las únicas veces que la palabra aparece en todo el Nuevo Testamento. Los tres ejemplos se encuentran en Ro 5:16, 18, y Ro 8:1.
Al hablar sobre el pecado de Adán en 5:16, Pablo señala que este pecado resultó en la condenación. Pablo reformula esta afirmación en 5:18. En ambos lugares, el Apóstol dice que esta condenación es un juicio sobre el hombre debido al pecado de Adán. En Ro 8:1, Paul afirma, “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
Es seguro decir que la mayoría de los cristianos, al ver la palabra “condenación” en estos tres versículos, concluyen que se trata de irse al infierno. Por causa del pecado de Adán, se sostiene que los hombres y las mujeres están destinados al infierno (Ro 5:16, 18)—a menos que se conviertan en creyentes. Cuando una persona cree, está en Cristo Jesús, y por lo tanto no está sujeto a esta condenación (Ro 8:1). En pocas palabras, para muchos cristianos, la palabra “condenación” en el Libro de Romanos se refiere al ser condenado al infierno.
Sin embargo, un lector cauteloso del Libro de Romanos hará una pausa antes de sacar esta conclusión. Las tres ocurrencias de la palabra se encuentran en Romanos 5-8, la sección del libro que trata con la vida cristiana, no con la forma en que uno puede salvarse del infierno.
En su comentario sobre el Libro de Romanos, Zane Hodges hace un punto excelente sobre esta palabra (Zane Hodges, Romans: Deliverance From Wrath [Romanos: Liberación de la ira], p. 152). Apelando a los léxicos griegos, señala que la “condenación” no es solo un pronunciamiento de culpa. En cambio, se refiere a la carga de la responsabilidad que acompaña un pronunciamiento judicial. Específicamente, se refiere a la servitud como resultado de un juicio. Para ilustrar, cuando una persona es declarada culpable en un tribunal de justicia, primero es declarada culpable, pero luego tiene que ejecutar la sentencia. Debe cumplir su condena.
Esto tiene perfecto sentido. Cuando Adán pecó, fue sentenciado a la muerte. Como resultado, se hizo esclavo del pecado. La condenación aquí es esa esclavitud. En los versículos que siguen, Pablo habla de la desobediencia, las transgresiones, y el dominio del pecado en la vida de los que son descendientes de Adán (vv 18-21). Esta es la sentencia que deben llevar al cabo.
Romanos 5-8 nos instruye acerca de la manera en la que podemos (como creyentes) evitar esta esclavitud al poder del pecado. No tenemos que seguir en el pecado (6:1, 15). Después de presentar la idea de “condenación” en 5:16, 18, Pablo habla del poder del pecado en la vida de un creyente, y del ser esclavo del pecado (6:13, 16). Por medio del poder del Espíritu, no tenemos que vivir bajo esa esclavitud. Al contrario, podemos vivir con rectitud (capítulos 7-8).
Esto está claramente señalado en la última ocurrencia de la palabra “condenación” en la Carta a los Romanos. Si la traducimos como “esclavitud al pecado,” Ro 8:1 encaja perfectamente en el contexto. Pablo dice que ya no hay esclavitud al pecado para los que andan conforme al Espíritu. Aunque algunas traducciones no mencionan andar por el Espíritu en el versículo 1, es ciertamente lo que Pablo quiere decir. La mayoría de los manuscritos griegos incluyen este requisito. Además, todos los manuscritos aclaran esto en el versículo 4.
El último uso de la palabra “condenación” en Romanos 8 deja claro que Pablo no está hablando de ser condenado al infierno. Una persona no tiene que vivir conforme al Espíritu para salvarse del infierno. Eso involucraría obras. En cambio, Pablo está hablando de un estilo de vida.
El Libro de Romanos no es principalmente un libro que nos está diciendo cómo obtener la vida eterna (i.e., salvarnos del infierno). Nos está diciendo cómo vivir una vida recta. Después de convertirnos en creyentes, todavía vivimos en cuerpos físicos que pueden pecar—y pecan. Si andamos conforme a la carne (también Ro 8:1), todavía podemos ser esclavos del poder del pecado. Pero no tenemos que hacer eso. Por medio del Espíritu, podemos estar liberados de la “condenación” de esta esclavitud.
Este tipo de estudio nos recuerda que Jesús no solo vino para darnos vida eterna, tan grande como lo es. A través de Su resurrección, también nos da libertad en esta vida. La “condenación” en Romanos está relacionada con nuestro vivir aquí y ahora. No tenemos que vivir bajo la condenación de tener que servir al poder del pecado.
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Ken Yates es el pastor de la iglesia Little River Baptist [Iglesia Bautista Rio Pequeño] en Jenkinsville, Carolina del Sur. Él enseña con GES en institutos bíblicos por todo el mundo.