Estamos trabajando arduamente para completar un comentario del Antiguo Testamento en un solo volumen impreso para finales de 2026. He completado el primer borrador de mi comentario sobre Levítico. Ya voy por dos tercios del libro de Génesis. Y justo hoy terminé mi comentario sobre el Salmo 27. Estoy trabajando en el comentario del primer libro de los Salmos, que incluye los Salmos 1-41.
¿Alguna vez notaste la hermosa declaración de David en el Salmo 27?: “Una cosa he demandado a Jehová, esta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo.” (Salmo 27:4).
¿A qué se refería con contemplar la hermosura del Señor?
Aquí está lo que escribí sobre el versículo 4: “David deseaba contemplar la hermosura del Señor. Pablo podría haber tenido este versículo en mente cuando escribió 2 Corintios 3:18, ‘Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, …’” (énfasis añadido).
Zane Hodges me dijo que pensaba que la gloria del Señor en 2 Corintios 3:18 se refería a la hermosura del Señor Jesucristo. En su libro Six Secrets of the Christian Life [Seis Secretos de la Vida Cristiana], escribió:
Sin embargo, el “maravilloso espejo” de Dios nunca deja de decirnos que Jesucristo nuestro Señor es supremamente hermoso. Así, en un gran Salmo Mesiánico sobre el Rey, el escritor inspirado declara: “Rebosa mi corazón palabra buena; Dirijo al rey mi canto; Mi lengua es pluma de escribiente muy ligero.” (Salmo 45:1). Luego, hablando directamente a esta persona real, el salmista expresa su alabanza de manera efusiva: “Eres el más hermoso de los hijos de los hombres; La gracia se derramó en tus labios ” (v. 2) (p. 29).
Hay que recordar que 2 Corintios 3:18 alude a las veces que Moisés vio la gloria del Señor. Cada vez que se encontraba con el Señor Jesucristo, el rostro de Moisés brillaba. (Empezó a usar un velo porque el resplandor disminuía con el tiempo).
En 1 Juan 3:2, Juan dijo: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”. Ver al Señor tiene un efecto transformador en nosotros.
Somos transformados al ver la hermosura y la gloria del Señor Jesús en las Escrituras.
La gente busca la transformación en los lugares equivocados, incluyendo prácticas contemplativas, drogas que alteran la mente, experiencias extáticas y ascetismo.
El Señor Jesús es la respuesta. ¿Cómo uno nace de nuevo? Creyendo en el Señor Jesucristo para vida eterna, que Él promete al creyente. ¿Cómo me vuelvo más como Cristo? Contemplando su gloria en la Palabra de Dios.
En cierto sentido, cuanto más amamos al Señor Jesucristo, más nos asemejamos a Él.