Santiago 2:14 comienza con las tres palabras griegas ti to ophelos. Estas tres palabras se encuentran solo una vez más en el Nuevo Testamento. ¿Adivinas dónde?
¡Santiago las repite dos versículos después!
Estas palabras se traducen de diferentes maneras, pero relacionadas, en las principales traducciones al español:
¿De qué sirve…? (LBLA, NBLA, RVA-2015, RVC, RVR1977, TLA)
¿De qué le sirve…? (DHH, NBV, NTV, NVI, CST, BLP, BLPH)
¿Qué aprovechará…? (JBS, RVR1960, RVR1977, RVR1995, RVA, SRV-BRG)
¿De qué puede servir…? (PDT)
Estas traducciones hacen la misma pregunta. La única diferencia está en la palabra elegida para traducir ophelos: servir y provecho.
Santiago nos pide que consideremos de que nos aprovecha si no ponemos en práctica nuestra fe. Se dirige a los creyentes: “Hermanos míos”.
Claramente, cualquier creyente podría ser alguien que dice tener fe, pero no tiene obras. Si somos sinceros, todos nosotros hemos sido culpables alguna vez de tener fe sin obras.
¿Alguna vez has visto a un compañero creyente en necesidad, pero no lo has ayudado? Yo sí. Muchas veces.
La necesidad puede ser económica. O podría ser una enfermedad que hace difícil para el hermano cocinar, comprar comida, o cortar el césped. Puede ser un divorcio que deja a los niños sin su padre.
¿Les has dado dinero? ¿Les has llevado comida? ¿Les has cortado el césped? ¿Has arreglado su coche? ¿Pasaste tiempo con sus hijos? ¿Les has escuchado? ¿Les has animado?
En otros artículos, hemos explicado que la salvación en Santiago 2:14 es la liberación de un creyente del juicio en esta vida. Ver aquí un magnífico artículo de John Hart y aquí un blog mío. La cuestión no es la salvación de la condenación eterna.
Pero en este breve blog, quiero centrarme en el punto principal de Santiago 2:14-17: la ganancia o la pérdida.
La razón por la que se repite ti to ophelos es porque Santiago está analizando el beneficio o la pérdida de dos personas diferentes: el creyente capaz de ayudar y el creyente que necesita ayuda. Si el creyente que puede ayudar dice unas buenas palabras, pero no ayuda realmente, entonces no se beneficia. Dios no lo bendice ni lo recompensa. Y la persona necesitada tampoco se beneficia.
El principio aquí es: Cuando un creyente no aplica lo que cree, no se beneficia de su creencia. Y si debería haber ayudado a un compañero creyente necesitado, pero no lo hace, el creyente necesitado tampoco se beneficia. Esa es la máxima de la religión sin ánimo de lucro.
Este principio se aplica a lo que creemos, sobre el llamado a amar a nuestro cónyuge, a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, a dar como el Señor nos prospere, a orar sin cesar, a trabajar para mantener a nuestras familias, a compartir los sufrimientos de Cristo, a no emborracharnos con vino, a no dejar de reunirnos, a animarnos unos a otros, etc.
La Palabra de Dios está hecha para ser aplicada. Cuando la aplicamos, nos beneficiamos y los que nos rodean se benefician también. Tu iglesia es una organización sin ánimo de lucro en el sentido de que su actividad no es para hacer dinero. Pero definitivamente el objetivo es producir un gran beneficio espiritual en las vidas de todos sus miembros. Dios desea nuestro beneficio en esta vida y en la vida futura. Él nos bendice cuando aplicamos Su Palabra.