Cuídate de no olvidarte de Jehová, que te sacó de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. (Deut 6:12)
En Deuteronomio 6, Moisés se dirige a la segunda generación de judíos que salió de Egipto. Dios los había sacado de la esclavitud por Su gracia y las promesas hechas a sus antepasados, Abraham, Isaac y Jacob. La primera generación había olvidado todo lo que Dios había hecho por ellos y había sido severamente disciplinada por Dios. No se les permitió entrar en la tierra que Dios les había prometido, sino que murieron en el desierto. Esto fue así a pesar de que eran el pueblo escogido de Dios.
Pues bien, los hijos de esa generación desobediente estaban a punto de entrar en la tierra. Moisés les dice que no hagan lo mismo que habían hecho sus padres. Simplemente, sus padres habían olvidado cómo Él los había hecho su pueblo. Cómo los había sacado de la esclavitud. Cómo había derrotado a sus enemigos.
Con esta nueva generación, Dios les está recordando el pacto que había hecho con ellos. Si se acordaban de Él y le eran fieles, los bendeciría. Si se olvidaban de Él y se volvían desobedientes hacia Él, los disciplinaría.
Dios les dice que se acuerden de Él e incluso que enseñen a sus hijos estas cosas. Tenían que decírselo a sus hijos para que sus hijos también supieran todo lo que Dios había hecho y para que ellos tampoco se olvidaran de Él.
Por supuesto, más tarde los judíos también se olvidarían de Dios. Lo que vemos aquí en Deuteronomio 6 es la importancia de recordar lo que Dios ha hecho por su pueblo. Lo que también vemos es lo propensos que somos a olvidar estas cosas.
Hace algunos años, recuerdo como Bob Bryant tenía algunos artículos sobre la Cena del Señor en la revista GES. Lo que recuerdo de ellos es como su iglesia usaba la Cena del Señor para enfocarse en la Persona y la obra del Señor Jesucristo. Cuando pienso en Deuteronomio 6 no puedo evitar darme cuenta de cómo la Cena del Señor es una gran oportunidad para recordarle, y no olvidar, lo que ha hecho.
La muerte del Señor es la base del Nuevo Pacto, del cual los creyentes disfrutamos de muchos beneficios. En este sentido, es como en Deuteronomio 6, donde Dios está recordando a los judíos que están a punto de entrar en la tierra el pacto que había hecho con ellos. Les dice: “¡No me olvidéis! No olvidéis lo que he hecho por vosotros”.
Cuando Jesús tomó la primera Cena del Señor les dijo a sus discípulos que la comieran en recuerdo de Él. Cuando bebemos el vino/zumo de la Cena del Señor recordamos su muerte. Cuando comemos el pan recordamos que somos parte del cuerpo de Cristo (1ª Corintios 10). Todo esto es por su gracia y por lo que ha hecho. Nos ha dado la vida eterna y el privilegio de servirle como parte de su cuerpo. Ha vencido a todos nuestros enemigos, incluida la muerte. En Su gracia podemos servirle y recibir recompensas eternas.
Como gente de la gracia gratuita nosotros, más que nadie, proclamamos la gracia de Dios y lo que Él ha hecho. Sabemos que Él nos ha dado el regalo de la vida eterna que nunca podremos perder. Seremos sus hijos para siempre, sin importar lo que nos depare el futuro. Pero qué fácil es olvidar. La primera generación de judíos lo hizo. Las siguientes generaciones también lo hicieron. Nosotros también podemos. Podemos llegar al punto de que lo que Dios ha hecho por nosotros no tenga ningún impacto significativo en nuestras vidas.
Ciertamente, cuando tomamos la Cena del Señor debemos recordar lo que Dios ha hecho. Pero ciertamente deberíamos hacerlo todos los días de nuestra vida. Deberíamos decírselo a nuestros hijos, a nuestros amigos, a nuestras familias. Deberíamos hablar de ello cuando nos acostamos y cuando nos levantamos por la mañana. Que nunca olvidemos lo que la gracia de Dios ha hecho por nosotros.
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Ken Yates es pastor de la iglesia Little River Baptist [Iglesia Bautista Rio Pequeño] en Jenkinsville, Carolina del Sur. Él enseña con GES en los institutos bíblicos por todo el mundo.