Jesús no solo tenía que ser la Persona correcta y hacer las obras correctas para que nos salváramos, sino que también tenía que hacer la promesa correcta. Sin la promesa de la vida eterna, nadie podría salvarse.
¿Por qué la promesa de Cristo es esencial para la salvación? Porque la promesa de la vida eterna es una de las dos cosas que Él dijo que debemos creer para nacer de nuevo (Juan 4:10).
Él declaró la promesa en versículos como Juan 3:16; 4:1-14; 5:24; 6:47; 11:26; Apocalipsis 22:17.
En el Nuevo Testamento esta promesa se llama “la promesa de la vida” (2 Tim 1:1; véase también Gal 3:21; Tito 1:2) o “la palabra de vida” (Hechos 5:20; Fil 2:16; véase también 1 Juan 1:1).
La promesa se encuentra también en el Antiguo Testamento, comenzando en Génesis 3:15 y continuando en Génesis 15:6. El Señor Jesús dijo que el Antiguo Testamento declara que los que creen en Él tienen vida eterna (Juan 5:39-40). Hebreos 11 da muchos ejemplos de personas del Antiguo Testamento que creyeron en Jesús para su destino eterno. Véase también Juan 8:56.
Algunos han sugerido que uno no necesita creer la promesa de Cristo para nacer de nuevo. Sugieren que la fe en la persona y obra de Cristo es suficiente.
En su libro The Future of Justification: A Response to N. T. Wright, John Piper tiene una sección donde hace la pregunta: “¿No somos justificados por la creencia en la justificación? “i Cita a Wright diciendo: “No somos justificados por la fe al creer en la justificación por la fe. Somos justificados por la fe al creer en el evangelio mismo. En otras palabras, Jesús es el Señor y Dios lo resucitó de entre los muertos”.ii Piper continúa,
Esto suena bien. Por supuesto, no somos salvados por la doctrina. Somos salvados por Cristo. Pero es engañoso porque deja sin definir el significado de “creer en el evangelio”. ¿Creer en el evangelio para qué? ¿Prosperidad? ¿Sanación? ¿Un nuevo trabajo?… tendremos que anunciar por qué esta muerte y resurrección son buenas noticias para ellos (cursiva suya).iii
Si alguien no cree en Jesús por la promesa de una justificación/salvación irrevocable, entonces todavía no ha creído en el mensaje de Juan 3:16 o en un gran número de otros pasajes de la Biblia. El Señor fue claro al decir que quien cree en Él nunca perecerá, nunca morirá espiritualmente, nunca será expulsado, nunca será arrancado de Su mano, y nunca tendrá hambre o sed de vida eterna.
El Señor le dijo a la mujer en el pozo que necesitaba creer en dos cosas: el don de Dios y el Dador del don (Juan 4:10). Continuó diciendo que el don de Dios es la vida eterna que no se puede perder (Juan 4:14) y que Él, el Dador, es el Mesías (Juan 4:25-26). Si uno no cree en el don de Dios prometido por el Señor Jesucristo, entonces todavía no ha bebido del agua viva.
Hipotéticamente, el Señor podría no haber evangelizado a nadie. Podría haber delegado en los apóstoles y en los creyentes posteriores la predicación de la promesa de la vida eterna. Pero parte del encargo del Padre para Él era que predicara la promesa de la vida eterna (Juan 5:24; 6:35-40). Él sirvió como ejemplo de lo que quería que sus seguidores proclamaran.
Los apóstoles no son la cabeza de la iglesia; el Señor Jesús lo es. Como cabeza, Él es la vida eterna (Juan 14:6; 1 Juan 5:20); vivió perfectamente esa vida; nos dio la promesa de vida transferible que todos los creyentes deben proclamar; murió en la cruz por nuestros pecados; y resucitó corporalmente de entre los muertos.
La promesa de Cristo es el centro de la diana. Es lo que convierte a un incrédulo en un creyente. Cuando una persona llega a creer que quien cree en Jesús tiene vida eterna, entonces “ha pasado de la muerte a la vida” (Juan 5:24).
No olvides la promesa de Cristo.
i John Piper, The Future of Justification (Wheaton, IL: Crossway, 2007), p. 20.
ii Ibid.
iii Ibid.
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Bob Wilkin es el Director Ejecutivo de Grace Evangelical Society (Sociedad Evangélica de la Gracia). Vive en Highland Village, TX, con su esposa de 43 años, Sharon. Su libro más reciente es Turn and Live: The Power of Repentance [Tornar y Vivir: El Poder del Arrepentimiento]
