“Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él” (Fil 1:29).
En octubre de 1415, los ingleses lucharon contra los franceses en la batalla de Agincourt en Francia, en el día de San Crispín. Enrique V era el rey de Inglaterra. En su obra sobre el rey y esta batalla, Shakespeare escribe sobre un discurso ficticio dado por el rey a sus soldados. El discurso fue dado porque los soldados ingleses estaban deprimidos ante la perspectiva de la batalla que se estaba avecinando porque eran pocos en número. Estos soldados anhelaban que miles de hombres vinieran de Inglaterra para ayudarles en la batalla. Sin embargo, no era posible, y Enrique V les anima a sus soldados con sus palabras.
¿Cómo podría un líder motivar a estos hombres que se estaban enfrentando a una tarea tan difícil? Enrique V les motiva animándoles a fijar su mirada en el futuro. Les dice que cuando lleguen a casa, cuando escuchen “el nombre de Crispín,” “se izará[n] sobre las puntas de los pies” de orgullo. Podrán mostrar las cicatrices que recibieron durante la batalla que lucharon en el día de San Crispín.
Serán héroes cuando vuelven a casa. Todos recordarán las cosas que hicieron en ese día, y sus nombres se convertirán en “palabras familiares.” Serán recordados hasta el fin del mundo.
Es la conclusión del discurso que posiblemente contiene las palabras más famosas y motivadoras. Enrique V les dice que en lugar de ver esta difícil batalla que se avecina como algo negativo por ser pocos en número, los soldados deberían considerarla una profunda bendición. Estas son las palabras de Enrique en la obra de Shakespeare: “…nuestro pequeño ejército…nuestro pequeño y feliz ejército…nuestra banda de hermanos…quien vierta hoy su sangre conmigo será mi hermano.” Enrique agrega que aquellos en Inglaterra que no compartieron estas dificultades “[se] considerarán malditos por no estar aquí.”
¡Qué gran discurso! El rey convirtió algo aparentemente negativo—atravesar un momento difícil de la batalla—en algo positivo. Era un honor estar allí. El rey les dice que obtendrán un gran honor por los sacrificios que hacen.
Por supuesto, a nivel espiritual, lo mismo es cierto para el creyente en Cristo. Aunque la vida eterna es un regalo gratuito otorgado a través de la fe en Cristo, Cristo también llama a cada creyente a unirse a la batalla con Él y sufrir por Él en este mundo caído de hoy en día. Él usa las palabras como tomar nuestras cruces y seguirlo en Sus pasos. A primera vista, esto puede sonar como algo muy negativo. Pero Cristo lo convierte en algo gloriosamente positivo. Dice que aquellos que lo hacen serán recompensados grandemente en el mundo por venir (Marcos 8:34-38).
Pablo dice lo mismo a los cristianos en Filipos. Estos creyentes estaban pasando por dificultades debido a su fe. Sin duda, creer en Jesús es algo muy positivo. Cuando los creyentes en Filipos creyeron en Él, recibieron la vida eterna. Pablo dice que se les había “concedido” esta bendición. Pero algo más se les había dado también. Ahora tenían el privilegio de sufrir por Cristo.
Al igual que los soldados en Agincourt, deberían alegrarse de tener el privilegio de pasar por el momento difícil que enfrentaban. Les esperaban grandes recompensas y honor. Claramente, las recompensas que Jesús dará a quienes sufren fielmente por Él serán más grandes que cualquier cosa que un soldado en cualquier batalla terrenal pueda obtener.
Es difícil seguir a Cristo. El Nuevo Testamento nos enseña que pocos en la iglesia reinarán con Cristo como resultado de ser fieles a Él en este mundo que pasa y se opone a Él. Sin embargo, quienes lo hagan podrán decir lo que dijo Enrique de la manera más profunda, “nuestro pequeño ejército…nuestro feliz pequeño ejército.”
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Ken Yates es pastor de la iglesia Little River Baptist [Iglesia Bautista Rio Pequeño] en Jenkinsville, Carolina del Sur. Él enseña con GES en los institutos bíblicos por todo el mundo.