A todos se nos ha dicho que, en cierto sentido, el pecado es pecado. Todo pecado es estar destituidos de la gloria de Dios. Si incumplimos uno de los mandamientos, hemos roto todos ellos porque hemos violado la ley de Dios (St 2:10).
Sin embargo, también reconocemos que las consecuencias de ciertos pecados son mayores que otras. En ese sentido, el asesinato es peor que la mentira.
Pero también es cierto que el pecado puede llevar a otros pecados. Tal vez podríamos decir que el pecado puede crecer en otros pecados (St 1:15). Juan se refiere a esto como caminar en las tinieblas. Cuando pecamos, estamos caminando en las tinieblas, y cuando caminamos en las tinieblas no sabemos cuánto vamos a tropezar, cometiendo más pecados (1 Juan 1:6; 2:9-11).
Pedro es un ejemplo de esto. Todos sabemos que negó al Señor tres veces. El Señor le dijo que lo negaría de esta manera, pero en su orgullo y autosuficiencia Pedro no le creyó.
Lo que es menos obvio acerca de las negaciones es que cada una es peor que la anterior. Sus negaciones se vuelven más enfáticas. A medida que Pedro caminaba en las tinieblas, tropezaba más y más. Hay una lección para todos nosotros. Pedro nos muestra a qué puede conducir el pecado.
La primera negación es la más suave de las tres. Solo involucró a otra persona, y Pedro simplemente quiso zafarse de la situación. Una joven se le acercó y le dijo que había estado con Jesús (Marcos 14:66-67). Pedro le dijo que no sabía ni entendía lo que decía. Entonces se alejó, esperando que eso fuera el fin del asunto.
Sin embargo, Marcos añade que cuando Pedro se alejó, un gallo cantó (v 68). Esto debería haber sido una advertencia, ya que el Señor le dijo a Pedro que antes de que el gallo cantara dos veces, Pedro negaría al Señor tres veces (14:30). El sonido del gallo era un buen momento para que Pedro reflexionara sobre lo que estaba sucediendo. En cambio, Pedro estaba caminando en las tinieblas y no vio que se dirigía a unas tinieblas aún mayores.
La segunda negación ocurrió más tarde, después de que Pedro tuviera tiempo para reflexionar. Estaba con un grupo mayor de personas, y delante del grupo, la misma joven lo acusó de ser uno de los discípulos de Cristo. Negar a Cristo en ese momento implicaba hacerlo delante de mucha gente. Eso es lo que hizo. Marcos dice que lo negó de nuevo, pero el verbo “negar” está en tiempo imperfecto. Lo dijo una y otra vez. Pedro tuvo que negar repetidamente al Señor mientras más y más gente estaba de acuerdo con lo que manifestó la joven. No podía simplemente alejarse como lo hizo con la primera negación.
Una vez más, Pedro tuvo tiempo para reflexionar sobre lo que estaba haciendo después de haber declarado a varias personas que no era discípulo de Jesucristo. Pero finalmente, los que le rodeaban decidieron preguntarle por tercera vez. Esto también involucró a un número de personas. Pedro quería dar por zanjado el asunto, así que con un lenguaje muy fuerte negó a Cristo. Se maldijo a sí mismo si mentía al respecto. Le pidió a Dios que lo maldijera si era discípulo del Señor. Su negación fue enfática. No solo proclamó que no era un discípulo, sino que también juró que ni siquiera conocía a Jesús. Esto era peor que decir que no sabía de qué estaban hablando.
Si tuviéramos que calificar los pecados, esta negación fue ciertamente peor que la segunda. La segunda fue peor que la primera. Cuando Pedro escuchó el gallo por segunda vez, entró en razón y comprendió lo que había hecho. Las palabras que había gritado a la gente a su alrededor todavía resonaban en sus oídos. Había pasado de “No sé de qué estáis hablando” a “¡Ni siquiera conozco al Hombre!”. Había pasado de evitar a una sola joven a lanzarse una maldición sobre sí mismo delante de una multitud en su apuro por distanciarse de su Señor. Su descenso a las tinieblas fue rápido y profundo. Había recibido advertencias, especialmente la palabra del Señor. Le había dicho a Pedro exactamente lo que iba a hacer.
Caminar en pecado es un asunto serio en la vida del creyente. No tiene nada que ver con perder o mantener la vida eterna. Una vez que tenemos la vida eterna, la tenemos para siempre. Pero si un creyente camina en pecado, está caminando en la oscuridad. Si no escuchamos cuidadosamente la Palabra de Dios y buscamos obedecerla, aprenderemos en nuestra experiencia cuán oscura puede llegar a ser esa oscuridad. Somos capaces de hacer lo que nos parece impensable. El pecado puede crecer rápidamente.
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Bob Wilkin es el Director Ejecutivo de Grace Evangelical Society (Sociedad Evangélica de la Gracia). Vive en Highland Village, TX, con su esposa de 43 años, Sharon. Su libro más reciente es Turn and Live: The Power of Repentance [Tornar y Vivir: El Poder del Arrepentimiento]