Simón, un hechicero en Samaria, es un personaje fascinante en Hechos. Creo que nadie en la historia de la iglesia ha sido difamado tanto como este hombre. Aunque el texto dice que era creyente, teólogos de muchas corrientes han estado empeñados en verlo arrojado al lago de fuego. Incluso algunos teólogos creyentes están en ese grupo.
Lucas nos dice que Simón creyó las cosas que Felipe predicaba acerca de Cristo (Hechos 8:13). Pero eso es inaceptable para la mayoría de los maestros de la Biblia. Afirman que Simón en realidad no creyó. Después de creer el mensaje de Cristo, Simón se identificó públicamente con Él mediante el bautismo. En la Samaria del primer siglo, esto habría sido un paso muy importante. Pero la mayoría dice que Simón no fue sincero en su confesión del Señor. Debió tener otros motivos, aunque el texto no insinúa cuáles.
Luego Simón quiso impresionar a otros realizando milagros. Una vez más, se nos dice que esto prueba que no era un verdadero creyente. Se mantiene que ningún cristiano auténtico podría ser tan arrogante. Si hubiera sido verdaderamente salvo, habría sido humilde. Después de todo, ningún nacido de nuevo podría actuar como el mundo. Incluso los cristianos jóvenes viven vidas santas. Ninguno de nosotros ha conocido jamás a un creyente orgulloso. (Esa última frase fue sarcástica, por si algún lector no lo notó).
Por supuesto, tales ideas acerca de cómo los verdaderos creyentes actuarán o no actuarán, y pensarán o no pensarán, son ridículas. No obstante, la actitud carnal de Simón es inaceptable para muchos maestros de la Biblia. Según ellos, alguien como Simón no es apto para el reino de Dios. Si escuchas un sermón sobre él o lees acerca de él en un libro, el mensaje casi con toda seguridad será que Simón arderá para siempre en el lago de fuego.
Esta semana oí un mensaje así. El orador dio otro argumento —un enfoque que no había escuchado antes— para “probar” que Simón en realidad no creyó: que lamentó su actitud. Se arrepintió de su pecado. Lucas dice que cuando Pedro lo reprendió, Simón pidió a Pedro que orara por él. Tenía miedo de que Dios lo disciplinara por su pecado.
Ahora bien, uno podría pensar que arrepentirse es algo bueno. Esperaríamos que un creyente lo hiciera cuando es reprendido por un apóstol del Señor. Pero incluso aquí, muchos dicen que Simón falló. Afirman que mostró su verdadera naturaleza porque no oró a Dios, sino que pidió a Pedro que orara por él. La persona cuyo mensaje escuché dijo que el arrepentimiento de Simón no fue genuino. No lo hizo personal. Un cristiano verdadero no pide a otros que se arrepientan por él; se arrepiente él mismo. Según ellos, Simón quería que Pedro se arrepintiera por él.
Me alegro de no estar sujeto al estándar con el que muchos han medido a Simón. Nunca pensé que pedir a otros que oren por tus debilidades fuera algo malo. Estoy seguro de que, si fuera un creyente del primer siglo y uno de los apóstoles del Señor me reprendiera por mis deseos carnales, le rogaría que orara por mí. ¡Querría toda la ayuda posible! No se me ocurriría que tal petición revelara que no soy realmente salvo.
Millones han dicho que aunque Simón creyó, en realidad no creyó. Aunque quiso expresar su nueva fe bautizándose, ese deseo no fue sincero. Luchó con el orgullo, y según ellos, ninguna persona orgullosa estará en el reino de Dios. Simón se arrepintió, pero no fue genuino.
La manera en que la historia y la iglesia han tratado a Simón me fascina. Incontables millones han hecho lo posible por empujarlo al lago de fuego. Mi posición es minoritaria, pero estoy absolutamente seguro de que la mayoría está equivocada.
Esta es la verdad sobre Simón: creyó y recibió vida eterna. Quiso proclamar su nueva fe mediante el bautismo. Era un creyente joven que aún lidiaba con el pecado del orgullo. Cuando Pedro lo reprendió y le advirtió que tal actitud sería enfrentada con la disciplina de Dios, Simón respondió de manera loable. Pidió a un creyente más maduro que orara por él.
Todo aquel que cree en Jesús para vida eterna la recibe. Eso fue lo que hizo Simón. Aquellos creyentes que lo han juzgado duramente y lo han medido con un estándar que ellos mismos no pueden cumplir se sorprenderán al verlo en el reino. Hay que admitir que la idea de ese encuentro es bastante graciosa.
___
Ken Yates (Maestría en Teología, Doctorado, Seminario Teológico de Dallas) es editor de Journal of the Grace Evangelical Society. Es orador internacional y de la costa este estadounidense de GES. Su libro más reciente es Hebrews: Partners With Christ [Hebreos: Copartícipes de Cristo].


