Esta es la traducción del capítulo del libro de Zane Hodges Absolutely Free (Absolutamente gratuita) que trata el tema del arrepentimiento en el contexto del mensaje salvador. Puedes consultar la parte 6 aquí.
Conclusión
De lo que hemos visto en este capítulo, debemos concluir que el llamado al arrepentimiento es más amplio que el llamado a la salvación eterna. Es un llamado a la armonía entre la criatura y su Creador, un llamado a la comunión entre hombres y mujeres pecadores y un Dios perdonador.
Al tener firmemente este hecho en mente, nunca caeremos en el error de pensar que el arrepentimiento es una condición de la salvación eterna.
De esa manera leeremos con plena comprensión palabras cómo estás:
y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén (Lc 24:46-47; cursiva añadida).
Ésta, por supuesto, es la forma lucana de la Gran Comisión. Y como la expresión de Mateo de este mandato (Mt 28:18-20), se enfoca en un llamado amplio a una experiencia vital con Dios.
En Mateo, esa experiencia se describe como el discipulado de Jesucristo, nuestro Señor (Mt 28:19), e involucra la obediencia a sus mandamientos (28:20). En Lucas, esa experiencia se presenta como la comunión con Dios en la que entramos por medio del “arrepentimiento y el perdón de pecados.” De hecho, no es sorprendente que la forma en que Lucas presenta la comisión siga inmediatamente después de otro ejemplo de comunión en la mesa entre los discípulos y su Señor ahora resucitado (Lucas 24:42-43).
En contraste con Mateo y Lucas, sin embargo, está el evangelio de Juan. Mientras Mateo y Lucas se enfocan en la experiencia con Dios a la que están llamadas las personas, Juan se centra en un tema más estrecho; es decir, cómo obtener la vida eterna. Y dado que ese era el tema que tenía en mente, Juan el Evangelista no tuvo necesidad de hablar sobre el arrepentimiento.
Por supuesto, las palabras “arrepentimiento y el perdón de pecados” (Lc 24:47) forman un estado recapitulativo. No expresan todos los detalles de la teología de Lucas. En cambio, como hemos visto, Lucas estaba de acuerdo con Juan de que la vida eterna, la salvación eterna, es solo por la fe.
Pero claramente, las palabras “arrepentimiento y el perdón de pecados” son típicas del libro de los Hechos. De hecho, el arrepentimiento y perdón de pecados están en el centro de la predicación que se hace allí. Para comenzar, el llamado de Juan el Bautista a Israel para que se arrepienta se repite en los primeros capítulos de Hechos (2:38; 3:19; 5:31). Como también era cierto en la predicación de Juan, este arrepentimiento debía expresarse en el bautismo (Hechos 2:38).
Especialmente es digno de mencionar Hechos 5:30-31, lo cual desarrolla, en referencia a Israel, el tema de Lucas (24:47). Por lo tanto, hablando al liderazgo judío, Pedro declara:
“El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un madero. A este, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados” (Hch 5:30-31; cursiva añadida).
Entonces la predicación a principios de los Hechos, que comienza en Jerusalén (Lucas 24:47), es una repetición del llamado hecho por Juan el Bautista a Israel a reparar la desastrosa ruptura en su relación con Dios. Y si las cosas habían sido serias en los días de Juan, ahora eran mucho peores. Porque ahora la nación había crucificado a Aquel a quien Dios había hecho Señor y Cristo (Hch 2:36).
En la cruda realidad, los terribles fuegos del 70 d.C. estaban ahora mucho más cerca a encenderse.
Sin embargo, mientras Israel rechaza este llamado, la invitación al “arrepentimiento y el perdón de pecados” se extiende a “todas las naciones” (Lucas 24:47). El libro de los Hechos es nuestro único registro bíblico de la difusión de la verdad de Dios en el mundo gentil.
Por lo tanto, relatando esta difusión, Lucas selecciona la historia de Cornelio como el enfoque de su narrativa. Como hemos visto, Cornelio era un ejemplo notable de arrepentimiento, igual que un ejemplo del perdón de pecados, lo cual recibió por fe (Hechos 10:43-44).
Cornelio, entonces, es el modelo prototípico de Lucas para los gentiles de todas partes a quienes Pablo predicaría “arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hechos 20:21).
Pablo, por supuesto, era el héroe de Lucas. Es la figura dominante en la narrativa de Lucas. Y como acompañante de viaje ocasional de Pablo, Lucas comprendía la teología paulina mejor que nadie. Lucas sabía, por ejemplo, que si se le preguntaba a Pablo qué debía hacer un hombre para ser salvo, la respuesta sería sencilla y directa: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16:31).
¿Y qué pasa con la justificación? Lucas sabía que según la teología paulina esto, también, era solo por fe. De hecho, Lucas cita a Pablo sobre este tema en la sinagoga de Antioquía de Pisidia “y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree” (Hechos 13:39, cursiva añadida).
Ni una palabra aquí, ¡ni una sola sílaba!, sobre el arrepentimiento. Y cuán absolutamente similares al libro de Romanos son esas palabras. ¿Y porqué no? Las palabras son de Pablo en ambos casos.
Pero Lucas también sabía que Pablo predicaba un mensaje más amplio. Ese mensaje consistió en un llamado a los hombres—tanto los judíos como los gentiles a entrar en una comunión vital con Dios mismo. Y en este mensaje más amplio, el arrepentimiento jugaba un papel prominente. En su excelente defensa ante el rey Agripa y el procurador romano Festo, Pablo declara el pleno alcance de su proclamación a los hombres:
“Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial, sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento” (Hechos 26:19-20; cursiva añadida).
“Predico la santidad,” dice Pablo.
“Predico el tipo de experiencia religiosa que lleva a las personas a Dios y produce buenas obras.”
Sin embargo, Pablo no está diciendo, cómo insiste la teología de la salvación por Señorío, que uno no puede ser salvo sin arrepentimiento o que uno no puede irse al cielo a menos que viva una vida de buenas obras. ¡Pablo nunca dijo eso! La Biblia nunca dice eso. Lo que dicen Pablo y la Biblia es claro:
“mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia” (Ro 4:5; cursiva añadida).
Dicho de otra manera, si le hubieras podido preguntar a Pablo qué tenías que hacer para ser salvo eternamente, él simplemente habría dicho: “¡Cree!”
Sí, los Reformadores lo entendieron bien después de todo. La visión inspiradora del pensamiento de la Reforma es completamente bíblica y verdadera: ¡Sola fide!
___
Zane Hodges enseñó el Nuevo Testamento y Exégesis in el Seminario Teológico de Dallas