Esta es la traducción del capítulo del libro de Zane Hodges Absolutely Free (Absolutamente gratuita) que trata el tema del arrepentimiento en el contexto del mensaje salvador. Puedes consultar la parte 1 aquí.
El significado de las palabras originales
Las principales palabras en el Nuevo Testamento griego para el arrepentimiento son el sustantivo metanoia (“arrepentimiento”) y el verbo metanoeo (“arrepentirse”). Originalmente, estos términos griegos significaban cambiar de opinión. Pero el diccionario griego-inglés estándar no recoge ningún pasaje del Nuevo Testamento en el que aparezca el significado de “cambiar de opinión”.
En el uso general, el verbo y el sustantivo griegos llegaron a ser aproximadamente equivalentes a las palabras en español “arrepentirse” y “arrepentimiento”. En la Septuaginta, o Antiguo Testamento griego, el verbo griego se usa para traducir una palabra hebrea que significa “lamentar” o “arrepentirse”.
De ello se deduce que la traducción de estas palabras en nuestras Biblias en inglés es generalmente satisfactoria, y la discusión en este capítulo dará por sentado este hecho.
El arrepentimiento en el Evangelio de Juan
Uno de los hechos más sorprendentes sobre la doctrina del arrepentimiento en la Biblia es que esta doctrina está totalmente ausente en el Evangelio de Juan. ¡No hay ni siquiera una referencia a ella en los veintiún capítulos de Juan! Sin embargo, MacArthur afirma: “Ningún evangelismo que omita el mensaje de arrepentimiento puede llamarse propiamente el evangelio, porque los pecadores no pueden venir a Jesucristo aparte de un cambio radical de corazón, mente y voluntad”.
Esta es una afirmación sorprendente. Dado que el Evangelio de Juan omite el mensaje de arrepentimiento, ¿debemos concluir, a fin de cuentas, que su evangelio no es el evangelio bíblico?
La misma idea conlleva su propia refutación. El cuarto evangelista afirma explícitamente que está haciendo evangelismo (Juan 20:30-31). No es la teología del Evangelio de Juan la que es deficiente; es la teología que se encuentra en la Salvación por Señorío. De hecho, los esfuerzos desesperados de los maestros del señorío para encontrar el arrepentimiento en el cuarto evangelio muestran claramente que han identificado su propia debilidad fundamental. Claramente, sin ninguna referencia al arrepentimiento el mensaje del evangelio de Juan es completo y adecuado.
De hecho, es incluso evidente que el evangelista Juan evita la doctrina del arrepentimiento en un punto en el que podría haberse introducido con facilidad. El punto en cuestión se encuentra en el primer capítulo, ya que en él el cuarto evangelista relata un diálogo entre Juan el Bautista y una delegación de los dirigentes religiosos de Jerusalén. Después de escuchar a Juan negar que sea el Cristo o Elías, o “el Profeta”, la delegación le oye identificarse como una simple “voz de uno que clama en el desierto” (Juan 1:19-23). Exasperados, le plantean una nueva pregunta: “¿Por qué bautizas, pues, si no eres el Cristo, ni Elías, ni el Profeta?”. (Juan 1:25).
Como saben todos los que han leído Mateo, Marcos y Lucas, Juan el Bautista predicaba un “bautismo de arrepentimiento” (Marcos 1:4; Lucas 3:3; véase Mateo 3:11). En este momento crítico de su diálogo con esta influyente delegación de judíos, esperaríamos que Juan anunciara el propósito de su ministerio bautismal en términos de arrepentimiento.
Pero esto él no lo hace. En su lugar, se limita a decir:
“Yo bautizo con agua; mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis. Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado” (Juan 1:26-27).
Ni una palabra —ni una sílaba— acerca del arrepentimiento. Y si alguna vez hubo un lugar perfecto para que el evangelista insertara este tema en su evangelio, éste es el lugar.
¡Pero su silencio es ensordecedor!
Muchos eruditos de la Biblia han pensado —sin duda correctamente— que el discípulo anónimo de Juan el Bautista que se menciona en Juan 1:35-40 no era otro que el propio cuarto evangelista. Pero si el evangelista fue un “alumno” personal del Bautista antes de vincularse a este nuevo Maestro, su silencio sobre el tema del arrepentimiento resulta aún más sorprendente.
El silencio del primer capítulo persiste hasta el final del libro.
El cuarto evangelio no dice nada en absoluto sobre el arrepentimiento, y mucho menos relaciona el arrepentimiento con la vida eterna.
Este hecho es la sentencia de muerte para la teología del señorío. Sólo una decidida ceguera puede resistirse a la conclusión obvia: Juan no consideró el arrepentimiento como una condición para la vida eterna. Si lo hubiera hecho, lo habría dicho. Después de todo, de eso trata su libro: de obtener la vida eterna (Juan 20:30-31).
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Zane Hodges enseñó el Nuevo Testamento y Exégesis in el Seminario Teológico de Dallas