Mi papá era militar de carrera, así que mientras crecía vivía en algunos países extranjeros. Recuerdo que en un país, la institución donde trabajaba mi papá me dio una tarjeta de identificación especial. La tarjeta de identificación declaró que no podía ser detenido en ese país. Si violaba la ley, las autoridades policiales solo podían tomar mi nombre. Después, tuvieron que soltarme.
Solo tenía 12 años, pero pensé que eso era la cosa más genial del mundo. Mirando hacia atrás, estoy seguro de que si hubiera cometido un delito grave, las autoridades estadounidenses me habrían entregado a las autoridades locales. Pero fue algo así como ser un mini-embajador.
Un embajador de un país vive en un país extraño y representa al gobierno de su país natal. Todos hemos escuchado historias sobre los privilegios que suele tener. Si un embajador comete un delito, incluso un delito grave, el país anfitrión no lo procesará. El embajador será enviado a casa pero no enfrentará las consecuencias de sus acciones en el territorio del país donde cometió el delito. Los embajadores incluso tienen placas especiales en sus autos para informar a la policía que tienen una tarjeta “quedas libre de la cárcel.” Ni siquiera pueden recibir multas por exceso de velocidad. De vez en cuando oímos hablar de embajadores que se salen con la suya en los asesinatos. El embajador de Birmania en Sri Lanka mató a su esposa y quemó su cuerpo en el patio de su casa. Nunca fue procesado.
Comprensiblemente, la gente del país anfitrión se molesta al enterarse de cosas tan escandalosas. Se preguntan cómo es que un visitante de su país puede tener inmunidad cuando los propios ciudadanos no la tienen. La razón es que el país anfitrión valora la relación que tiene con el país de origen del embajador. Por lo tanto, las acciones de un individuo no son tan importantes como las ventajas de los lazos diplomáticos entre países. Detener y castigar a un embajador sería como atacar a su país natal.
La única vez que he escuchado sobre un embajador estadounidense que se metió en problemas graves (aunque estoy seguro de que hubo otros casos) fue en 2012. Unos terroristas mataron al embajador de EE.UU. y a otros tres estadounidenses en Bengasi, Libia. Pero incluso en esa situación, los asesinos estaban actuando sin la aprobación de su gobierno y el gobierno libio condenó lo que sucedió.
A la luz de todo esto, en Efesios 6:20, Pablo utiliza una descripción bastante impactante cuando se llama a sí mismo “un embajador en cadenas.” Pablo estaba en una prisión romana, lo que explica las cadenas. Pero, ¿quién ha oído hablar de un embajador detenido y encarcelado por las autoridades gubernamentales? Para empeorar las cosas, Pablo ni siquiera había cometido un delito.
Si se considera que Pablo era un embajador de Jesucristo, esta descripción que da de sí mismo es aún más extraña. Jesús está sentado a la diestra de Dios su Padre. Un día, Jesús gobernará sobre toda la creación para siempre. Era él quien había comisionado a Pablo para su trabajo. Pablo era el representante del Hombre más poderoso de la historia. Era un embajador del reino de Dios. Si alguna vez hubo alguien a quien se le debería haber concedido una tarjeta “quedas libre de la cárcel” o placas especiales, fue Pablo.
Por supuesto, la razón por la que Pablo era un embajador puesto en una cárcel era porque el país en el que servía no reconocía la autoridad que lo había enviado. Los líderes judíos habían convencido al gobierno Romano de encarcelarlo y juzgarlo. La vida misma de Pablo estaba en juego. El mundo no reconoce el reino venidero de Dios. Pero es el futuro hogar de cada persona que alguna vez ha creído en el Rey venidero para la vida eterna. En un sentido muy real, cada creyente está llamado a ser embajador de Jesucristo en este mundo.
Pero el mundo no nos proporciona tarjetas de identificación especiales con privilegios especiales. No tenemos inmunidad frente a la oposición en el país en que vivimos. De hecho, lo opuesto es cierto. Experimentemos cadenas literales como Pablo por su servicio como embajador, o no, siempre estamos llamados a ser representantes de nuestro Rey.
Es posible que no recibamos ningún beneficio del país donde servimos como Sus representantes, pero piensa en las recompensas que el Rey nos dará en Su tribunal si le servimos bien en los puestos que nos ha asignado.
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Ken Yates (Maestría en Teología y Doctorado del Seminario Teológico de Dallas) es editor de Journal of the Grace Evangelical Society. Es orador internacional y de la costa este estadounidense de GES. Su libro más reciente es Hebrews: Partners With Christ [Hebreos: Copartícipes de Cristo].