Ayer en la iglesia cantamos la canción “Confía y obedece”. Eso me llevó a escribir esta entrada de blog.
¿Es lo mismo confiar y obedecer que creer y obedecer?
Cuando creemos a Dios, estamos persuadidos o convencidos de que lo que Él dijo es verdad.
Josué y Caleb creyeron a Dios cuando les prometió dar a Israel la tierra de Canaán si el pueblo subía. Él garantizó la victoria. Los otros diez espías no creyeron a Dios.
Nicodemo creyó la promesa de Jesús de vida eterna a quien simplemente creyera en Él para conseguirla (Juan 3:16). Lo mismo hizo la mujer junto al pozo (Juan 4:10-30).
María creyó que, aunque era virgen, daría a luz un hijo (Lucas 1:31-38).
Ninguna de estas personas confiaba en Dios para esas cosas. Ellos le creyeron. Hay una diferencia.
Confiamos en Dios para cosas que Él no ha prometido explícitamente.
Creemos a Dios para cosas que Él ha prometido.
Podemos confiar en Dios por cosas como las siguientes:
- Mi trabajo continuará.
- Mi salud continuará.
- Mi cónyuge me será fiel.
- Los Estados Unidos no colapsarán durante mi vida.
- La anarquía no se apoderará de mi ciudad.
- Estaré seguro conduciendo, volando, esquiando y viajando en Uber.
El Nuevo Testamento utiliza varias palabras griegas que a veces se traducen como confianza: elpizō, elpis y peithō. He aquí algunos ejemplos del Nuevo Testamento:
Pablo dijo: “pero a Dios le es manifiesto lo que somos; y espero [o confío] que también lo sea a vuestras conciencias ” (2 Corintios 5:11).
“A unos que confiaban [o esperaban] en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola” (Lucas 18:9).
“Mas espero [confío] que conoceréis que nosotros no estamos reprobados” (2 Corintios 13:6).
“Mas la que en verdad es viuda y ha quedado sola, espera [confía] en Dios, y es diligente en súplicas y oraciones noche y día” (1 Timoteo 5:5).
Lo más cerca que estamos de que la confianza se refiera a la creencia es Efesios 1:12:
“a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos [confiábamos] en Cristo”.
Eso podría referirse a creer en Él para vida eterna. Sin embargo, es más probable que se refiera a creer en el pronto regreso de Cristo, que es la esperanza de los creyentes que caminan en comunión con Él (Romanos 5:2; Efesios 1:18; Colosenses 1:27; 1 Tesalonicenses 2:19).
Jamieson, Fausset y Brown comentan: “que primero confiaron en Cristo—más bien (nosotros los cristianos judíos), ‘que antes esperaron en el Cristo’: que antes de que viniera el Cristo, esperaban Su venida, aguardando la consolación de Israel” (pp. 342-43). Entienden que se refiere a la creencia en la primera venida de Cristo antes de que apareciera en escena. Sin embargo, Pablo se incluye a sí mismo. Aunque esperaba la venida del Mesías, rechazó a Jesús como el Cristo hasta el camino de Damasco. Pablo se refiere aquí a Jesús. Es mejor ver esto como refiriéndose a los cristianos judíos que primero buscaban Su Segunda Venida, esperando la consolación de Israel.
Lenski adopta el punto de vista que estoy sugiriendo:
Muy pocos de los que se habían convertido al cristianismo habían tenido alguna vez una esperanza verdadera y espiritual en Cristo; casi todos ellos habían tenido una esperanza carnal en un Mesías político. ¿Había sido esto para alabanza de la gloria de Dios? La verdadera esperanza había entrado en los corazones de estos cristianos judíos de Éfeso cuando se convirtieron (Gálatas, Efesios y Filipenses, p. 380).
Mientras creemos —es decir, mientras estamos convencidos— de que Jesús volverá pronto, confiamos o esperamos que regrese durante nuestra vida. Estamos seguros de lo primero, pero no de lo segundo.
Cuando vuelo, confío en la compañía aérea, en el avión y en los pilotos. Sobre todo, confío en Dios mientras vuelo. No creo que esté garantizado que llegue sano y salvo, pero confío en que lo haré.
Confío en mi médico cuando hay que operar. Sin embargo, no creo que esté garantizado un buen resultado.
Sugiero que evitemos usar la palabra confianza o confiar cuando hablamos de creer en Jesús. La palabra bíblica es creer, no confiar.
¿Confiar y obedecer? Por supuesto. ¡Pero no te olvides de creer y obedecer también!