Publicado originalmente en la edición de otoño de 1988 de Grace in Focus.
“Y en esto conocemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos” (1 Juan 2:3).
Recientemente estuve en un programa de radio y alguien que llamó me pidió que explicara cómo la Primera de Juan 2:3 podría encajar en mi visión de que la salvación es un regalo gratuito y que la seguridad no se basa en mirar nuestras obras, sino en mirar la Palabra que promete que todo aquel que cree en Cristo tiene vida eterna. Lo que sigue es mi respuesta.
Básicamente, hay dos interpretaciones básicas sobre lo que trata la Primera de Juan. Para entender los versículos 2:3-11, necesitamos saber el propósito de todo el libro.
La primera interpretación es que Juan estaba escribiendo para motivar a sus lectores a examinar sus obras para averiguar si eran creyentes o no creyentes. Esto es a menudo llamado la Prueba de Vida de Primera de Juan. Esta posición fue popularizada por Robert Law en su comentario homónimo. Muchos comentarios adoptan este punto de vista.
La segunda interpretación consiste en que Juan estaba escribiendo para motivar a sus lectores, todos los cuales ya eran creyentes, a producir buenas obras para que pudieran estar en íntima comunión con Cristo. Esto podría llamarse la Prueba de Comunión. John Mitchell, J. Dwight Pentecost y Zane Hodges defienden este punto de vista en sus comentarios.
Considero que esta última interpretación es la correcta. Juan nos comunica su propósito en el prólogo del libro. En el versículo 1:3 Juan dice, “lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo”. Fíjate que Juan no dijo que escribía para decir a sus lectores cómo podrían tener la seguridad de su salvación.
Aquellos que sostienen la interpretación de la Prueba de Vida de la Primera de Juan sugieren, en cambio, que el versículo 5:13 establece el propósito del libro. Este versículo dice: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.”
Hay varios problemas con esta interpretación. Primero, las palabras “estas cosas que he escrito” (tauta egrapsa en griego) no se refieren a todo lo que precede al versículo 5:13, sino solo al contexto inmediato (es decir, los versículos 5:6-12). La misma expresión griega aparece solo una vez más en en el libro, en el versículo 2:26. Allí también solo se tiene en cuenta el contexto inmediato (es decir, los versículos 2:18-25). En segundo lugar, el versículo 5:13 niega la premisa de la tesis de la Prueba de Vida, que tanto los creyentes como los no creyentes son los destinatarios del libro. Juan dejó claro en el versículo 5:13 y a lo largo de toda la epístola que estaba escribiendo a los creyentes (véase 2:12-14, 25; 3:1-2; 5:19).
¿Qué significan entonces los versículos 2:3-11? Tratan de cómo los creyentes tienen comunión con Dios. Fíjate en el versículo 3, “Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos”. Esta misma idea se encuentra en los versículos 1:5-7, en Juan 15:9-14, y en todo el Antiguo y Nuevo Testamento. Cuando Juan habla de conocer a Cristo, está usando un término que puede referirse a la posición o a la experiencia de uno. En este contexto, se refiere a lo último. En otras palabras, un creyente conoce a Jesucristo en su experiencia en la medida en que le obedece.
La palabra “conocer” es tan flexible en inglés como lo era en el griego koiné. Imagina oír que un hombre que se acaba de divorciar de su esposa de muchos años: “Estuvieron casados durante treinta años y sin embargo nunca la conoció”. Ciertamente la conocía en un sentido. Ella había sido su esposa durante treinta años. Sin embargo, no la conocía en el sentido de un conocimiento íntimo de comunión. Lo mismo ocurre con los cristianos carnales respecto a su conocimiento de Dios.
El versículo 4 dice que cualquier creyente que afirme conocer a Dios en su experiencia y aun así no guarde los mandamientos de Dios está mintiendo. En otras palabras, el que no guarda los mandamientos de Dios no conoce a Dios en su experiencia, no importa lo que afirme verbalmente.
Los versículos 5 y 6 dicen que sabemos que estamos en Cristo en nuestra experiencia, es decir que nuestra experiencia es como la de Cristo, cuando permanecemos en Él y caminamos en una vida de amor como lo hizo Jesús.
Los versículos 9 al 11 dicen que cualquier creyente que odia a su hermano está caminando en la oscuridad y, al contrario, que cualquier creyente que ama a su hermano está caminando en la luz. Es decir, el grado en que amamos a nuestros hermanos cristianos (y también a los no creyentes [véase Mateo 5:43-48; Lucas 10:27-37; Romanos 13:9-10; Gálatas 5:14; 6:10]) es el grado en que caminamos en la luz y experimentamos la comunión con Dios.
La salvación eterna es “todo o nada”. O la tienes completamente o no la tienes en absoluto. El que cree solo en Cristo como su Portador del pecado tiene vida eterna (Juan 3:16; 5:25). La creencia solo en Cristo ocurre en un momento dado y no es un proceso.
Sin embargo, la comunión con Cristo, conociéndolo en mi experiencia, no es “todo o nada”. Hay grados de conocimiento de Él. La comunión está condicionada no a algo que ocurra en un momento dado, sino a un proceso que se desarrolla a lo largo del tiempo: la obediencia continua a todos los mandamientos de Dios. Dado que ningún creyente alcanza la perfección en esta vida (Primera de Juan 1:8,10), ningún creyente alcanza la comunión perfecta y el conocimiento perfecto de Cristo en esta vida.
La palabra comunión en realidad significa compartir. La comunión con Dios significa compartir su carácter y naturaleza en nuestra propia experiencia. Cuanto más le obedecemos, más compartimos su carácter y naturaleza en nuestra experiencia.
Aquellos que miran sus obras en búsqueda de seguridad de su salvación nunca encontrarán en ellas una base firme. Solo al mirar la Palabra podemos tener verdadera seguridad. La Palabra promete que quienquiera que crea solo en Cristo tiene vida eterna (Juan 3:16; 1 Juan 5:13). Aunque no podemos decir que estamos viviendo una vida en absoluta comunión con Dios (Primera de Juan 1:8,10), podemos decir con certeza que tenemos vida eterna si hemos puesto nuestra fe solo en Cristo.
Estoy muy contento de saber con certeza que soy miembro de la familia de Dios. La seguridad de la salvación es algo precioso para mí. Con ella me puedo enfrentar a cualquier situación. Sin ella, mi caminar diario con Dios sería enormemente dificultoso porque me consumiría la preocupación, minuto a minuto, de estar o no viviendo la clase de vida que me diera cierta esperanza de que Dios me ama y me acepta.
La seguridad absoluta de la salvación es una herramienta poderosa para ayudarnos a obedecer los mandamientos de Dios y así caminar en comunión con Él día a día. Tal seguridad genera un profundo sentido de gratitud y alegría, siendo una auténtica motivación.
La gracia de Dios nos motiva a los que le conocemos (en un sentido posicional) a llegar a conocerle íntimamente (en un sentido experiencial). En la noche en que Él fue traicionado Jesús dijo sus discípulos, que eran ya salvos en ese momento (véase Juan 13:10), “Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando” (Juan 15:14).
Qué alegría sería si cuando nos vayamos con el Señor la gente dijera de nosotros: “¡Caramba! ¡Cómo conocía al Señor! Realmente era un amigo de Dios”. (Véase Santiago 2:23; 4:4; 1 Juan 2:15).
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Bob Wilkin es el Director Ejecutivo de Grace Evangelical Society (Sociedad Evangélica de la Gracia). Vive en Highland Village, TX, con su esposa de 43 años, Sharon. Busca su nuevo libro Faithalone in one hundred verses [Sola Fe en cien versículos] disponible ahora.