Al estudiar la Biblia, una de las cosas que aprendemos es que Israel y la iglesia no son lo mismo. Dios hizo ciertas promesas a Israel que no ha hecho a la iglesia, y viceversa. Eso significa que cuando leemos el Antiguo Testamento, debemos darnos cuenta de que mucho de lo que leemos está dirigido a la nación de Israel y no a nosotros.
Pero eso no significa que las lecciones contenidas en las amonestaciones de Dios a Israel no tengan nada que ver con nosotros. Podemos aprender de las cosas que Dios les dijo, y podemos aprender de los ejemplos de las personas que leemos en el Antiguo Testamento. Pablo nos lo dice cuando escribe a la iglesia de Corinto (1 Cor 10:6, 11). El autor de Hebreos también relata cómo los creyentes del Antiguo Testamento que obedecieron a Dios son testigos que debemos seguir (Hebreos 11).
Los creyentes de la era de la iglesia tienen mucho que aprender del profeta Jeremías. Él profetizó a la nación de Israel más de 600 años antes de que naciera la iglesia, y su ministerio se centró en Judá. Habló al pueblo sobre su fracaso en guardar la Ley de Moisés. Los creyentes del Nuevo Testamento no están bajo la Ley de Moisés.
Pero podemos aprender mucho de este hombre. Le habló a un pueblo que había pecado gravemente contra el Señor. Habían cometido idolatría e incluso habían sacrificado a sus propios hijos a estos falsos dioses. Habían maltratado a los pobres y necesitados de su sociedad, otra violación de la Ley de Moisés.
Jeremías señaló que habría consecuencias adversas a causa de esos pecados. Experimentarían una sequía, ya que Dios les negó la lluvia. Finalmente, un fuerte enemigo vendría y mataría a muchos de ellos y se llevaría a los supervivientes como esclavos. Estas consecuencias también habían sido explicadas en la Ley de Moisés. Moisés dijo que Dios los maldeciría con tales cosas.
El profeta predicó este mensaje durante unos 40 años. ¿Cuál fue su actitud al hacerlo? Se le conoce como el profeta llorón. No vino como alguien que se sentía él mismo justo, simplemente juzgando al pueblo por su pecado. Se afligió por lo que los pecados del pueblo traerían sobre ellos. Rogó a Dios que librara a su pueblo de ese destino. Ansiaba tanto que se apartaran de sus pecados y disfrutaran de las bendiciones que Dios había prometido a la nación por su obediencia.
Hay muchos pasajes en Jeremías que describen el dolor que sentía por el pecado que lo rodeaba. El pasaje de Jeremías 9:1-3 dice que deseaba que su cabeza fuera una fuente llena de agua para poder llorar día y noche, sin cesar. Ese remordimiento era la respuesta adecuada para lo que veía a su alrededor.
Hay, por supuesto, muchas cosas que un creyente de hoy en día puede aprender de un hombre así. En primer lugar, era un hombre que decía la verdad. Fue fiel a la palabra de Dios, a pesar de que ese mensaje conllevaba un castigo para las personas que amaba. El mensaje le causó mucho dolor. Con toda certeza nosotros deberíamos hacer lo mismo. No debemos diluir las palabras de Cristo. Debemos ser fieles en proclamar que solo aquellos que creen en Él para la vida eterna estarán en su reino. Habrá muchas personas que pasarán la eternidad en el lago de fuego porque no han creído en Él.
Otra cosa que podemos aprender de Jeremías es que deberíamos anhelar tener la misma actitud sobre el pecado que nos rodea. Debemos recordar que Jeremías estaba hablando al pueblo de Dios. Claro, algunos de ellos no eran creyentes. Pero algunos sí lo eran. Se le rompió el corazón al verlos caminar en desobediencia. Él sabía que Dios los iba a disciplinar. No quería verlo. Como creyentes de hoy en día, lo mismo es cierto para los cristianos en nuestras iglesias. Debería romper nuestros corazones ver a creyentes caminar en abierta desobediencia. Pablo dijo esto mismo a la iglesia de Corinto con respecto a un cristiano que vivía en pecado sexual flagrante (1 Cor 5:1-2).
Jeremías vivió hace mucho tiempo y no era parte de la iglesia. Habló a la nación de Israel. Pero podemos aprender un par de cosas de su ejemplo.
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Ken Yates (Maestría en Teología, Doctorado, Seminario Teológico de Dallas) es editor de Journal of the Grace Evangelical Society. Es orador internacional y de la costa este estadounidense de GES. Su libro más reciente es Hebrews: Partners With Christ [Hebreos: Copartícipes de Cristo].