En Juan 8:30, leemos las siguientes palabras, “Hablando él estas cosas, muchos creyeron en él.” Muchas personas se refieren a este versículo al decir la siguiente frase que escuchamos frecuentemente: “Realmente no creyeron.” La razón por la que algunas personas dicen que estas personas realmente no creyeron—incluso si Juan dice que lo hicieron—se debe a lo que escribe Juan unos versículos después.
En el v. 33, Juan escribe que algunos de la multitud reprendan al Señor. Jesús responde a ellos y les dice que están haciendo la obra de su padre, Satanás (v. 44). Hay muchos, muchos comentaristas que opinan que las personas que creen en el v. 30 son las mismas personas que reprendan al Señor en el v. 33, y el Señor dice que están haciendo la obra de su padre, Satanás.
Por supuesto, la respuesta es muy sencilla. En Juan 8, había una gran multitud de judíos presentes cuando el Señor estaba enseñando. Algunos creyeron en Él (v. 30), y algunos no creyeron (vv. 33, 44). Aquellos que son descritos como los que creyeron realmente creyeron (¡Lo que sea que eso signifique!) Aquellos que no creyeron son los que atacan al Señor.
Aunque no se dice, hay otra razón tácita por la que muchos comentaristas no creen que aquellos que creyeron en el v. 30 realmente creyeron. (Esa última frasen me fue difícil de escribir porque suena tan tonto, ¡pero muchas personas creen que eso es lo que significa el v. 30!) La razón tácita es que la explicación simplemente les parece demasiado sencilla.
Sin embargo, Jesús estaba afirmando ser el Cristo, enviado por el Padre (v. 29). Por lo tanto, era capaz de dar la vida eterna. Algunos de la multitud creyeron eso. Realmente es así de sencillo.
Lamentablemente, hoy en día muchos sienten que la gente necesita hacer más. Necesitan arrepentirse de sus pecados. Necesitan confesar sus pecados. Necesitan estar dispuestos a seguir a Jesús y “pagar el precio” para hacerlo. Algunos incluso dirán que tienen que estar bautizados. Parece “barato” y anticlimático decir simplemente: ellos creyeron.
Interesantemente, hay otro lugar en el Nuevo Testamento donde un lenguaje semejante se usa para describir a los no creyentes que llegan a la fe. En Hechos 10:44, Pedro está hablando a una familia de no creyentes en la casa de Cornelio. Dice, “Mientras aún hablaba Pedro estas palabras,” el Espíritu Santo cayó sobre esos no creyentes y comenzaron a hablar en lenguas. Todos están de acuerdo en que estas personas habían creído en Jesús. Todos recibieron el Espíritu Santo en aquel momento.
Pero nota las similitudes entre Juan 8:30 y Hechos 10:44. En ambos casos, hay un mensajero (Jesús y Pedro) que está hablando. El verbo “hablar” está en exactamente la misma forma y tiempo en ambos versículos (un participio presente). El objeto en griego también es similar (“estas cosas,” “estas palabras”). En otras palabras, fue mientras Jesús y Pedro hablaban cuando creyeron y se hicieron creyentes los que anteriormente no eran creyentes. Ellos recibieron vida eterna.
Las personas en la casa de Cornelio no tenían que hacer nada más. No confesaron sus pecados. No gritaron en arrepentimiento. No tenían que prometer seguir a Cristo. No fueron bautizados hasta un tiempo después. Ellos recibieron el Espíritu Santo sin decir una palabra, mientras se proclamaba el mensaje. Creyeron lo que Pedro dijo acerca de Cristo. Realmente era así de sencillo.
Si todos están de acuerdo en que realmente creyeron las personas en Hechos 10:44, ¿Por qué cuestionamos si las personas que escucharon a Jesús hablar en Juan 8:30 también lo hicieron? ¿Por qué queremos complicar lo sencillo?
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Ken Yates es pastor de la iglesia Little River Baptist [Iglesia Bautista Rio Pequeño] en Jenkinsville, Carolina del Sur. Él enseña con GES en los institutos bíblicos por todo el mundo.