Durante la mayor parte de mi vida me he relacionado con varias iglesias evangélicas. En todas ellas se ha hecho hincapié en la salvación del infierno, es decir, del lago de fuego. Es un hecho que la mayoría de los mensajes que se predicaban en esas iglesias giraban en torno a ese tema.
Ser eternamente salvo es definitivamente un tema crucial. Sin embargo, al poner tanto énfasis en esto, hay una tendencia a verlo incluso cuando no está presente. Las personas que son bombardeadas con la necesidad de ser salvas del infierno a menudo no pueden ver nada más en las Escrituras. No se dan cuenta de que hay muchas otras cosas que la Biblia aborda, y esas otras cosas también son maravillosas.
Un ejemplo de lo que estoy diciendo se encuentra en Tito 3:4-7. En estos versículos, Pablo menciona a nuestro Salvador, la misericordia de Dios, que Dios nos salvó, el lavamiento de la regeneración, la renovación del Espíritu Santo, que fuimos justificados, que somos herederos y que tenemos la esperanza de la vida eterna.
Estoy bastante seguro de que si preguntamos a los evangélicos a qué se refieren estos versículos, casi todos responderían que Pablo está hablando de nuestra salvación del infierno. Jesús es nuestro Salvador, quien nos mostró misericordia y nos salvó del lago de fuego. Cuando lo hizo, nos dio el Espíritu Santo, lo que significa que somos herederos de Dios y tenemos la esperanza ahora de ir al cielo. A través del condicionamiento en nuestras iglesias, eso es todo lo que pueden ver.
Me gustaría sugerir que hay más en estos versículos de lo que ve el ojo evangélico. Sí, Dios nos dio vida eterna por Su gracia cuando creímos en Jesucristo para ello. Sí, fue el resultado de Su amor y misericordia hacia nosotros. No tuvo nada que ver con las “obras de justicia” que hicimos, ni antes ni después de creer (v. 5).
Pero el énfasis de Pablo en estos versículos está en algo más. En los vv. 1-3, Pablo exhorta a los cristianos de la isla de Creta a vivir piadosamente y a ser pacientes con los que no lo hacen. En el v. 8, les dice que sean diligentes en hacer buenas obras. En otras palabras, tanto antes como después de que Pablo hable de su salvación, les dice a estos creyentes que caminen en obediencia.
¿Cuál es la conexión? Debido a nuestra fe en Cristo, tenemos vida eterna que nunca podemos perder. Pero ese maravilloso regalo viene con otros beneficios maravillosos. El Señor también nos ha salvado del poder del pecado. Ya no tenemos que servirlo. Podemos caminar en obediencia. Nuestro nuevo nacimiento —nuestra regeneración— es el medio por el cual podemos experimentar un “lavado” de nuestros pecados anteriores. Podemos experimentar una renovación de nuestro entendimiento a través del Espíritu que mora en nosotros (Romanos 12:1-2). No tenemos que vivir como antes.
Si vivimos así, seremos herederos con Cristo en el mundo venidero (Romanos 8:17). Esa vida espera el día en que la vida eterna que ya tenemos en Cristo será experimentada con cuerpos glorificados. Esa vida será experimentada más abundantemente en Su reino. Será grandemente recompensada.
Nuestra salvación del infierno es el regalo más grande imaginable. Pero tan grande como es, es aún más grande de lo que la mayoría de los evangélicos entiende. Dios nos ha dado mucho más. Tito 3:4-7 es una lección importante para nosotros. Debemos escudriñar las Escrituras sin nuestros anteojos tradicionales. Descubriremos que nuestro Salvador es aún más maravilloso de lo que pensábamos.
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Ken Yates (Maestría en Teología, Doctorado, Seminario Teológico de Dallas) es editor de Journal of the Grace Evangelical Society. Es orador internacional y de la costa este estadounidense de GES. Su libro más reciente es Hebrews: Partners With Christ [Hebreos: Copartícipes de Cristo].