En los relatos de los reyes de Israel y Judá —pocos de los cuales fueron piadosos— hay muchos acontecimientos que parecen algo extraños a los lectores modernos. Uno de ellos se encuentra en 2 Reyes 22. Josías fue uno de los pocos reyes piadosos. Cuando era joven, quiso restaurar el templo del Señor, que se había deteriorado. Durante las reparaciones, se descubrió el “Libro de la Ley” escondido en el edificio. Existe desacuerdo sobre a qué se refiere esto, pero todos coinciden en que se trataba al menos de una parte de la Ley de Moisés. Tal vez se trataba de los cinco libros, o solo del Libro del Deuteronomio.
Fuera lo que fuese, Josías desconocía su existencia. En el relato, ni siquiera los sacerdotes lo sabían. Pronto se dieron cuenta de lo lejos que estaban de obedecer sus estipulaciones. ¿Cómo era posible que la nación, donde se encontraba el templo del Señor y a la que Dios había dado la Ley, no fuera consciente de su contenido?
Tal vez una analogía indique lo extraño de este relato. Imaginemos que nadie que viva en Estados Unidos conoce la Constitución de ese país. Mientras alguien trabaja en uno de los museos Smithsonian, encuentra una copia. Cuando se lee, el gobierno determina rápidamente que no la seguimos. Es imposible para nosotros siquiera imaginar que algo así suceda.
¿Cómo sucedió en Judá? En primer lugar, hay que recordar que había pocas copias de las Escrituras. Tenían que ser copiadas a mano, y sólo un pequeño porcentaje de personas sabía leer o escribir. Quedaba en manos de los dirigentes de la nación asegurarse de que el pueblo supiera lo que Dios había dicho. En esto, los dirigentes habían fracasado estrepitosamente. Durante los cincuenta y siete años anteriores a la subida al trono de Josías, dos reyes malvados habían gobernado la nación. La Palabra de Dios fue descuidada. No se leía al pueblo. En su lugar, estos dos reyes malvados señalaron a la gente la adoración de falsos ídolos. De hecho, si somos completamente honestos, podemos estar seguros de que, en muchos casos, las copias de las Escrituras habrían sido destruidas intencionalmente.
Seguramente este era el deseo de Satanás. Él habría querido que el pueblo escogido de Dios se alejara de Dios y de Su Palabra. Ciertamente lo ha hecho a lo largo de la historia. En el pasado, por ejemplo, la Iglesia Católica reemplazó las Escrituras escritas en el lenguaje que entendía el pueblo por versiones en latín. Martín Lutero luchó contra esta tendencia y tradujo la Palabra al alemán para que el hombre común de su país pudiera entenderla.
En el relato de Josías, lo que le había sucedido a la nación era triste. El descuido de la Palabra de Dios hizo que Judá se sumiera en el caos. Pocos años después, el pueblo sería llevado al cautiverio en Babilonia.
¿Qué piensas de la situación actual? ¿Cuál es el estado del conocimiento bíblico entre los que asisten a nuestras iglesias? ¿Parece que está siendo descuidada la Palabra de Dios? Obviamente, nuestros líderes no están destruyendo abiertamente las Escrituras, pero la triste realidad es que muchos, muchos cristianos están eligiendo voluntariamente no leerlas. Todos hemos oído el dicho de que la persona que se niega a leer no es diferente de la persona que no sabe leer. Eso se aplicaría a la Palabra de Dios. Es como si la Palabra de Dios hubiera sido relegada a un armario y la gente no supiera siquiera que existe.
La gran noticia es que la Palabra de Dios siempre sobrevive. Los reyes anteriores a Josías intentaron erradicarla. Fracasaron. La iglesia católica también lo intentó. El Señor dijo que Su Palabra nunca pasará. Leámosla y no seamos como la gente en los días de Josías.
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Ken Yates (Maestría en Teología, Doctorado, Seminario Teológico de Dallas) es editor de Journal of the Grace Evangelical Society. Es orador internacional y de la costa este estadounidense de GES. Su libro más reciente es Hebrews: Partners With Christ [Hebreos: Copartícipes de Cristo].