Como cristianos, reconocemos la importancia de la muerte de Cristo en la cruz. De hecho, es imposible exagerar la importancia de lo que hizo. En esa muerte pagó por los pecados de todo el mundo (1 Juan 2:2). Debido a ese pago, todos los que creen en Él para vida eterna son declarados justos ante Dios y reciben esa vida.
Su muerte está justamente asociada con Su resurrección. Porque Él resucitó de entre los muertos, así lo hará todo creyente. Todos los creyentes pasarán la eternidad con Él.
Estas son, ciertamente, grandes verdades. Desafortunadamente, la mayoría de los creyentes no logran comprender todo lo que las Escrituras explican acerca de cuán grandes son estas verdades. Los creyentes tienen una fuerte tendencia a ver la muerte y posterior resurrección del Señor únicamente en términos de nuestro destino eterno. Es muy común escuchar a los creyentes decir que como Cristo murió y resucitó, ellos estarán en el reino de Dios para siempre. Cuando leen acerca de la muerte de Cristo en varios pasajes del NT, eso es todo lo que ven.
Cuando hacemos eso, perdemos de vista el significado de ciertos versículos. Gálatas 1:4 es un ejemplo. En este versículo Pablo dice que Cristo “se dio a sí mismo por nuestros pecados”. Esto es claramente una referencia a lo que Él hizo en la cruz. Luego Pablo da el propósito de esa muerte cuando dice que Cristo murió para “para librarnos del presente siglo malo”.
Mi suposición es que la mayoría de los lectores ven esa declaración de propósito y, a primera vista, asumen que Pablo quiere decir que el creyente “irá al cielo”. Cristo murió para que podamos ser llevados fuera de este mundo y vivir en el reino venidero. Esto puede ser expresado de diferentes maneras. Podría decirse que vivimos en un mundo caído, pero que, debido a la muerte de Cristo, el creyente vivirá en un mundo eterno donde no habrá pecado.
Sin duda, esta interpretación no se ajusta a lo que Pablo quiere decir. Él está hablando de una liberación aquí y ahora. Él habla de algo que involucra el mal que vemos en el presente. En otras palabras, la muerte de Cristo no solo significa la salvación en la eternidad futura, sino también una liberación que podemos ver ahora.
Don Campbell dice con respecto a Gal 1:4: “El evangelio es un mensaje emancipador. Libera a los pecadores creyentes del poder del presente sistema mundial mediante el poder del Cristo residente, tan ciertamente como los libera del juicio eterno venidero” (“Gálatas” en The Bible Knowledge Commentary, p. 590).
Gálatas 1:4, por supuesto, se encuentra en la introducción del libro. En la introducción de cada uno de sus libros, Pablo menciona temas centrales que tratará en el resto del libro. Esto es lo que hace aquí.
Pablo escribió el libro de Gálatas porque había falsos maestros que afectaban a los lectores. Estos maestros decían que la santidad se encontraba en guardar la Ley de Moisés. Algunos incluso decían que la salvación eterna se obtenía guardando la Ley (ver Gálatas 1:6-9; 2:16; 5:4). Mediante la decisión de obedecer todos los mandamientos, se pensaba que se podía obtener la victoria espiritual en el poder de nuestra propia carne.
Sin embargo, Gálatas destruye esta idea. Uno es salvo eternamente por gracia a través de solo por la fe. Después de ser salvo eternamente, el creyente debe andar por el Espíritu, no por la Ley (Gálatas 3:1-3). Cuando el creyente vive por la carne—en su propio poder— enfocándose en la Ley, fracasará, y en su lugar producirá las obras pecaminosas de la carne (Gal 5:19-20).
¿Cómo puede el creyente vivir en este mundo presente de una manera que evite el negativo fruto de la carne? Caminando por el Espíritu. Pero esto solo es posible porque Cristo murió, resucitó y nos dio su Espíritu.
En su introducción a Gálatas, Pablo menciona tanto la resurrección del Señor como su muerte (1:1). En estos versículos, Pablo no está diciendo que la muerte y resurrección del Señor signifiquen que los lectores creyentes estarán en el reino. Él está diciendo que, porque Cristo murió por nuestros pecados y resucitó de entre los muertos, Él ha roto el poder del pecado sobre nosotros. Cuando resucitó, nos envió su Espíritu. Ahora podemos vivir por el Espíritu y ser liberados del poder del pecado en nuestro caminar diario. No encontrarás eso si vives por la Ley en tu propia carne.
¿Quién puede explicar adecuadamente la magnitud de lo que significa la muerte de Cristo? Nadie. Pero podemos hacer algo mejor que centrarnos solo en un aspecto de ella. Debemos dar gracias al Señor por nuestra salvación eterna, reconociendo que todo fue posible gracias a Su muerte. Pero también debemos darle gracias porque Su muerte nos beneficia mientras aún vivimos en esta tierra.
No es de extrañar que, después de mencionar lo que la muerte de Cristo significa para nosotros en el presente, Pablo añada que a Cristo pertenece “la gloria por los siglos de los siglos” (Gal 1:5).
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Ken Yates (Maestría en Teología, Doctorado, Seminario Teológico de Dallas) es editor de Journal of the Grace Evangelical Society. Es orador internacional y de la costa este estadounidense de GES. Su libro más reciente es Hebrews: Partners With Christ [Hebreos: Copartícipes de Cristo].