Todos nos hemos encontrado en situaciones en las que estamos con alguien y de repente nos damos cuenta de que esa persona ve las cosas de manera diferente a nosotros, notando cosas que nosotros no vemos. Hay muchos ejemplos de esto. Yo podría mirar un motor nuevamente lavado a presión y pensar “Ese sí que es un motor muy lindo; me parece perfecto. Apuesto a que este auto funciona extremadamente bien”. Pero un mecánico experimentado puede mirar el mismo motor y ver que le falta un carburador y ni siquiera arranca. A sus ojos, el motor es inútil.
Cualquier cristiano que desee crecer espiritualmente eventualmente se da cuenta de que de muchas formas, el Señor ve las cosas de manera diferente a nosotros. Podemos mirar una situación y pensar que todo está bien. Pero al estudiar las Escrituras, el Espíritu nos revela que el Señor no percibe la situación de la misma manera que nosotros. Es correcto decir que el crecimiento espiritual es el proceso por el cual empezamos a ver las cosas de la manera en que el Señor las ve. Como tal, debemos orar para tener los ojos de Cristo.
La Biblia nos enseña esta verdad en varios lugares; uno de los ejemplos más claros se encuentra en Marcos 11-13. Estos capítulos van juntos y forman una unidad que habla del hecho de que la nación de Israel rechazará a Jesús como el Cristo. Como resultado, el juicio caerá sobre la nación. No es sorprendente, entonces, que el templo de Jerusalén juegue un papel importante en estos capítulos. El templo era el orgullo de los judíos. Visitantes de todo el mundo venían a Jerusalén para verlo y adorar a Dios allí. Si la nación iba a ser juzgada, el templo estaría en el centro de ese juicio.
Al comienzo del capítulo 11, Jesús cabalga desde el Monte de los Olivos a Jerusalén. Al acercarse a la ciudad, puede ve el templo en todo su esplendor. Cuando llega, va inmediatamente al templo (11:11). Casi todo el capítulo 11 trata de Jesús encontrándose en el templo o hablando sobre él. A lo largo de todo el capítulo 12, se puede encontrar a Jesús enseñando allí. En el capítulo 13, Él da su sección de enseñanza más larga en el Libro de Marcos: el Discurso de los Olivos. Comienza este “sermón” hablando del templo (13:1-2).
El templo, entonces, juega un papel importante en Marcos 11-13. Cuando el Señor lo miraba, ¿cómo lo veía? Antes de considerar esa pregunta, tal vez sea útil ver el templo cómo lo veían los discípulos.
Indudablemente, cuando los discípulos estaban con el Señor mientras cabalgaba hacia Jerusalén desde el Monte de los Olivos, pensaban que el templo era perfecto. Las antiguas descripciones dicen que el sol se reflejaba en el oro que formaba parte de los edificios. Las piedras eran enormes y hechas de mármol. Era un complejo gigantesco de edificios, y la gran mayoría de los ciudadanos de Israel pensaban que era el lugar más hermoso del mundo.Además, era el templo del único Dios verdadero, el Dios de Israel. Era el lugar más santo del mundo.
Sabemos que así veían los discípulos el templo con sus propios ojos. En el primer versículo del capítulo 13, están de nuevo con el Señor en el Monte de los Olivos. Una vez más, pueden ver el templo al otro lado del Valle, y le dicen, “Mira el templo, Señor. ¡Mira cuán maravilloso es!
Pero, ¿cómo veía el Señor el templo? ¿Qué veían sus ojos?
No tenemos que preguntarnos. Leemos que Él no veía las cosas de la manera en que las veían los discípulos. En esta sección de Marcos, cuando el Señor viene al templo por primera vez, se nos dice que miró a su alrededor (Marcos 11:11). (Kristina, should we drop the quotation marks since the verse actually says “habiendo mirado”?) Era tarde ya, así que tuvo que salir de la ciudad con sus discípulos. Pero no se olvidó de lo que había visto. Volvió al día siguiente y creó estragos en el templo. No lo vio como un hermoso lugar de adoración, sino como un lugar donde se congregaban los ladrones. Los echó del lugar, volcando las mesas en las que robaban al pueblo.
En esta sección de Marcos, en un día diferente cuando Jesús sale del templo por última vez, mira a su alrededor una vez más (12:41). Esta vez, ve a una pobre viuda que es víctima de los ladrones en ese lugar. Esta mujer hace patente la hipocresía que el Señor observa a su alrededor en el templo (12:43-44).
No es de extrañar, entonces, que en el siguiente versículo (13:1), cuando los discípulos les dicen a Jesús que mire el templo y comentan sobre lo hermoso que es, Él responde que no lo ve de la misma manera (13:1) y les informa que Dios lo va a juzgar. En términos muy sencillos, cuando los discípulos les dicen a Jesús que mire al templo, Él les dice que ya lo ha hecho y que no le gustó lo que vio. Era capaz de mirar más allá del oro y el mármol y sabía cómo el templo era realmente.
Los discípulos eran como yo viendo un motor limpio que falta un carburador. El templo les parecía grandioso. Les engañó el oro y el mármol. Pero el Señor era como un mecánico experto con el perfecto conocimiento de un motor. Sabía que el templo era como una abominación para su Padre. ¡Qué diferencia hace ver las cosas a través de los ojos del Señor!
Como creyentes, siempre debemos buscar entender cómo el Señor ve las cosas que hacemos y pensamos. ¿De qué manera hemos sido engañados por los estándares del mundo y vemos las cosas a nuestro alrededor con nuestros propios ojos? Que nuestra oración constante sea que el Señor, a través de su Espíritu que vive dentro de nosotros, nos permita ver las cosas a través de sus ojos.
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Ken Yates (Maestría en Teología, Doctorado, Seminario Teológico de Dallas) es editor de Journal of the Grace Evangelical Society. Es orador internacional y de la costa este estadounidense de GES. Su libro más reciente es Hebrews: Partners With Christ [Hebreos: Copartícipes de Cristo].