Recientemente estaba leyendo un artículo escrito por una mujer que perdió a su hermano, su hermana, y los hijos de su hermana en un accidente automovilístico. ¡Horrible! Ella estaba en estado de shock. Andaba como en la niebla, incapaz de pensar claramente. Por supuesto, sus amigos ofrecieron ayudarle. Varios dijeron “Déjame saber si hay algo que pueda hacer para ayudarte.” Ella lo encontró bien intencionado, pero inútil. Los afligidos no quieren aprovecharse de otras personas.
O no pueden pensar lo suficientemente claro para pedir ayuda. O carecen de la energía o el deseo necesarios para levantar el teléfono y llamar a alguien. Es más, todo eso supone una carga para el que sufre—ahora tiene que “organizar su propia ayuda”.
Entonces, ¿Cómo puedes ayudar realmente a un amigo que sufre? Tal vez este pasaje de Job te ayude:
Y tres amigos de Job, Elifaz temanita, Bildad suhita, y Zofar naamatita, luego que oyeron todo este mal que le había sobrevenido, vinieron cada uno de su lugar; porque habían convenido en venir juntos para condolerse de él y para consolarle. Los cuales, alzando los ojos desde lejos, no lo conocieron, y lloraron a gritos; y cada uno de ellos rasgó su manto, y los tres esparcieron polvo sobre sus cabezas hacia el cielo. Así se sentaron con él en tierra por siete días y siete noches, y ninguno le hablaba palabra, porque veían que su dolor era muy grande (Job 2:11-13).
Aquí hay tres sugerencias simples sobre cómo amar a un amigo que sufre:
Primero, toma la iniciativa. Los amigos de Job fueron a su lado sin que nadie se los pidiera. Asimismo, no esperes a que te pidan ayuda. Solo hazlo. En el artículo mencionado arriba, la mujer cuenta la historia de un vecino que vino a su casa y pidió los zapatos de toda la familia. Cuando ella preguntó por qué, él explicó, “Recuerdo que cuando mi padre murió, me tomó horas limpiar y lustrar los zapatos de los niños para el funeral. Así que eso es lo que vine a hacer por ti. Dame sus zapatos—no solo sus zapatos buenos, sino todos sus zapatos. Así que el vecino lustró todos los zapatos de la familia. De la misma manera, si tienes un amigo que sufre, toma la iniciativa, y haz algo sencillo y práctico por él. Eso podría ser llevar a sus perros a la perrera, limpiar su casa, preparar comidas, o recoger personas del aeropuerto.
En segundo lugar, sigue su ritmo. Le pregunté a un amigo pastor qué hace cuando uno de sus miembros está pasando por una tragedia. “Sigo su ritmo,” dijo. ¿Qué significa eso? “Si ellos están de luto, entonces yo estoy de luto. Si están celebrando, yo también. Si están enojados, yo estoy enojado. Si están orando por un milagro, entonces agrego mi amén.” Los amigos de Job estaban de luto junto con él. Estaba sentado en el suelo, y ellos se cubrieron la cabeza con polvo. Lo vieron sentado en silencio y se sentaron con él en silencio. El Apóstol Pablo dijo, “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran” (Rom 12:15). Cualquiera que sea la etapa dolorosa en la que se encuentre tu amigo, empatiza con él. Sigue su ritmo. Más adelante en el libro de Job, sus amigos empiezan a oponerse a Job. Dejan de seguir el ritmo de Job, y se convierten en “consoladores miserables” (Job 16:2).
En tercer lugar, ofrece tu presencia. Los amigos de Job dejaron sus hogares para estar con él en persona. El simple hecho de tener a alguien más cerca puede ser un consuelo. Es un acto que dice sin palabras, “A mí me importas.” Y no te sientas que deberías rellenar el silencio con palabras. Los amigos de Job se sentaron en silencio. Pero durante ese tiempo, simplemente estar allí fue suficiente. (¡Los problemas comenzaron cuando todos empezaron a hablar!)
No hay una solución fácil para el sufrimiento y no debes intentar solucionarlo, y no tienes que solucionarlo. Pero sí que puedes ser de ayuda en tiempos de crisis. Podrías resumir mi consejo de esta manera: el amor ve una necesidad, y hace algo al respecto.
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Shawn Lazar es el Editor de la revista Gracia en el Enfoque, y es el Director de Publicaciones para la Sociedad Evangélica de la Gracia (Grace Evangelical Society). Él y su esposa Abby tienen tres niños. Es pastor bautista ordenado. Tiene el Bachillerato en Teología de la McGill University y Maestría de la Free University of Amsterdam. Ha escrito dos libros: Beyond Doubt: How to Be Sure of Your Salvation [Más allá de la duda: cómo estar seguro de su salvación] y Chosen to Serve: Why Divine Election Is to Service, Not to Eternal Life [Elegido para servir: por qué la elección divina es al servicio, no a la salvación eterna].