Muchas frases hechas que circulan hoy en la iglesia han causado confusión. Una de ellas es: “Sin raíz, sin fruto”. La idea es que, si una persona no produce fruto espiritual —es decir, si no vive rectamente ni sigue al Señor en obediencia—, entonces no ha nacido realmente de nuevo. Si no hay fruto espiritual visible, significa que no hay raíz, lo cual indicaría que Dios no está obrando en su vida. En un sermón sobre la producción de fruto, John MacArthur afirmó:
“Un cristiano no puede ser alguien sin fruto. Escucha, si la vida de Dios está en ti, habrá producción. Puedes intentar embotellarla y sofocarla y redirigirla mucho, pero se abrirá paso de todos modos” [énfasis añadido]. (John MacArthur, https://www.gty.org/library/sermons-library/1305/if-you-abide-in-me)
Esta postura refleja el argumento calvinista de que, si el Señor ha predestinado a alguien para vida eterna, se garantiza que esa persona perseverará en buenas obras y habrá fruto espiritual visible. En este sistema de pensamiento, si Dios ha predestinado a alguien, no puede dejar de producir fruto en su vida. Si Dios está implicado, el buen fruto está garantizado; si no hay fruto, es que Dios no está obrando en su vida. Si no hay fruto, entonces el Señor no lo escogió. En pocas palabras: sin raíz, sin fruto; por lo tanto, sin Dios.
Hay muchos problemas con esta visión. Por ejemplo, presupone que el Señor siempre obtiene de las personas lo que desea. En otras palabras, si Dios pone manos a la obra, su pueblo tiene garantizado producir fruto. Pero ¿es esto cierto?
En Isaías 5, el profeta habla de la nación de Israel, el pueblo escogido de Dios. Israel se describe como la viña del Señor (v. 1).
El pasaje comienza describiendo todo lo que el Señor hizo por su viña y —por decirlo suavemente— hizo muchísimo. Puso su viña en una ladera fértil (v. 1). La cercó y la despedregó para que pudiera crecer sin estorbo. Edificó en medio de ella una torre para su protección, e hizo también un lagar (v. 2). Después de todo este trabajo, esperaba que diera uvas (v. 2b). Conviene señalar aquí que, bajo el cuidado del Señor, la nación no solo podía producir buen fruto, sino que Él también lo esperaba.
Según el calvinismo, la nación no habría tenido opción. El Señor la plantó, así que se garantizaba que daría buen fruto. Y, sin embargo, produjo uvas silvestres (o agrias). En lugar del buen fruto esperado, la nación produjo mal fruto. Lamentablemente, a pesar de todo lo que el Señor había hecho por Israel —liberarla de Egipto, sustentarla en el desierto, darle la tierra prometida y nutrirla (Isaías 1:2)—, el pueblo se rebeló (1:2b-4) y se volvió a la idolatría (2:8).
En respuesta, el Señor se lamenta:
“Ahora, pues, vecinos de Jerusalén y varones de Judá, juzgad ahora entre mí y mi viña. ¿Qué más se podía hacer a mi viña, que yo no haya hecho en ella? ¿Cómo, esperando yo que diese uvas, ha dado uvas silvestres?” (Isaías 5:3-4, énfasis añadido)
Lo digno de nota es que la falta de fruto de la nación no se debe a la falta de esfuerzo por parte del Señor. La tragedia de Israel es que se rebeló a pesar de todo lo que el Señor había hecho por ella. El Señor estaba activamente implicado y esperaba fruto de la nación. Sin embargo, ellos eligieron rebelarse. En otras palabras, la ausencia de fruto espiritual no evidencia falta de esfuerzo ni de participación del Señor.
Los creyentes de hoy tenemos la misma propensión a apartarnos del Señor, pese a sus esfuerzos. Se nos han dado todos los dones espirituales necesarios para seguir al Señor en obediencia con éxito, del mismo modo que al pueblo de Israel se le dio todo lo necesario para prosperar. También nosotros podemos elegir vivir carnalmente, tal como la nación eligió rebelarse contra su Dios. Si un creyente no está produciendo fruto visible, esto no demuestra que no sea salvo ni que el Señor no esté obrando en su vida. No obstante, como hizo con la nación de Israel, el Señor espera fruto espiritual de sus hijos. Si, como los israelitas, los creyentes eligen andar en la carne y en desobediencia, no perderán la vida eterna, pero sí pueden esperar la disciplina del Señor en sus vidas, y la pérdida de recompensas eternas (Isaías 5:5-6).
____
Kathryn Wright tiene una maestría en Estudios Cristianos del Seminario Luther Rice. Ella coordina nuestros viajes misioneros a corto plazo, y también enseña ella misma. Adicionalmente, habla y enseña en conferencias de mujeres, conduce estudios bíblicos y contribuye regularmente a nuestro blog y a nuestra revista. Kathryn y su esposo Dewey viven en Columbia, Carolina del Sur.

