“Luego les dijo, id, comed grosuras, y bebed vino dulce, y enviad porciones a los que no tienen nada preparado; porque día santo es a nuestro Señor; no os entristezcáis, porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza” (Nehemías 8:10).
He hablado con cientos de personas que estaban atormentadas por las dudas sobre su salvación. “¿Realmente soy salvo? No sé. En algunos momentos voy por ahí pensando que soy salvo, y en otros, que voy al infierno”
Mientras estas personas tenían una abundancia de ansiedad y depresión, carecían del gozo. ¡Y no es de extrañar! ¿Qué importa si todo lo demás va bien en tu vida, si no estás seguro de dónde pasarás la eternidad?
Pero cuando finalmente comprendieron la sencilla y misericordiosa naturaleza de la salvación—que simplemente creer en Jesús para el regalo gratuito de la vida eterna es realmente todo lo que se requiere para ser salvo para siempre (véase Juan 3:16; Efesios 2:8-9)—fue como si se les quitara el proverbial peso de sus pechos, y se llenaron de gozo.
También puedes experimentar gozo en tu vida Cristiana continua, porque es el fruto del Espíritu Santo:
“Más el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Ga 5:22).
El gozo también debe caracterizar tu adoración.
“Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo; ¡Regocijaos!” (Fil 4:4).
En resumen, el gozo debería formar parte de la vida de cada creyente—tanto porque poseemos la vida eterna, como porque disfrutamos continuamente de la comunión con Dios.
Sin embargo, un creyente puede perder su sentido de gozo.
¿Cómo?
Cuando un creyente eternamente seguro consciente, deliberada y persistentemente peca contra Dios, puede apagar al Espíritu (1 Tes 5:19), y perder su gozo como consecuencia.
¿Recuerdas al Rey David?
El joven David estaba lleno de fe, un hombre conforme al corazón de Dios, que encontró el favor de Dios. Pero después de su romance con Betsabé, y su complicidad con la muerte de Urías (cf. 2 Sam 12:1-14), David perdió su gozo. Languideció en ese estado durante mucho tiempo—hasta que el profeta Natán lo confrontó y lo llevó al arrepentimiento. El Salmo 51 es su confesión de pecado. Note esta petición.
“Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente” (Salmos 51:12).
David quería recuperar su gozo.
J. Vernon McGee hace esta necesaria aclaración:
David no perdió su salvación. Perdió el gozo de su salvación, y quería que se restaurara su comunión con Dios. Porque descubrió, igual al hijo pródigo, que no hay tanta diversión en el país lejano como en la casa de su padre (McGee, Thru the Bible: Joshua Through Psalms (A través de la Biblia: Josué a través de los Salmos), p. 766).
Si tienes la vida eterna, nunca puedes perecer, nunca puedes ser condenado, y nunca puedes morir (cf. Juan 3:16, 18; 11:26). Es decir, no puedes perder tu salvación. Sin embargo, un creyente eternamente seguro puede perder el gozo de su salvación, igual que David. Como resultado del pecado, puedes sufrir depresión espiritual, culpa, ira, tristeza, disgusto, y ansiedad. Eso es lo que le pasó a David. Pero al confrontarlo Natan, David volvió en sí. Reconoció su pecado, lamentó su miserable estado espiritual, y quería recuperar su gozo. Pero eso solo pudo suceder al confesar su pecado.
Gracias a Dios, la restauración de la comunión con Él es tanto un acto de gracia como el regalo de la vida eterna en sí. Como explica Merrill Unger,
“El camino de regreso a la purificación y comunión para un creyente es siempre mediante una confesión plena y libre del pecado en dependencia total de (es decir, fe en) la gracia y misericordia de Dios. El creyente que es salvo por gracia mediante la fe se mantiene en comunión de la misma manera—por gracia mediante la fe” (Unger, Commentary on the Old Testament [Comentario Sobre el Antiguo Testamento], p. 819-20).
Si eres un creyente que ha perdido su gozo debido al pecado, no seas como David esperando una intervención. Ve al Señor ahora, confiesa tu pecado, cree en Su promesa de perdón, y canta con gozo alabanzas al Señor.
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Shawn Lazar es el editor de la revista Grace in Focus [Gracia en el Enfoque], y es el Director de Publicaciones para la Sociedad Evangélica de la Gracia (Grace Evangelical Society). Él y su esposa Abby tienen tres niños. Es pastor bautista ordenado. Tiene el Bachillerato en Teología de la McGill University y Maestría de la Free University of Amsterdam. Ha escrito dos libros: Beyond Doubt: How to Be Sure of Your Salvation [Más allá de la duda: cómo estar seguro de su salvación] y Chosen to Serve: Why Divine Election Is to Service, Not to Eternal Life [Elegido para servir: por qué la elección divina es al servicio, no a la salvación eterna].