En 1875, una hermosa y joven mujer llamada Blanche Monnier de Poitiers, Francia, estaba comprometida para casarse. Ella era de una familia rica, pero su prometido no lo era. Su madre no aprobaba al hombre que había elegido como futuro marido.
De repente, desapareció. Su prometido no sabía lo que le había sucedido, y rápidamente se determinó que él no tenía nada que ver con su desaparición. Pasaron años sin que se supiera nada de ella. Se tardó más de 25 años en averiguar lo sucedido.
En 1901, la policía de Poitiers recibió el aviso de que una mujer estaba secuestrada en el ático de la rica familia Monnier. La policía encontró a Blanche en una habitación cerrada con llave. Las ventanas de la habitación estaban tapiadas y no entraba la luz. Había estado allí todos esos años, encerrada por su madre. Los restos de comida arrojados a la habitación la habían mantenido con vida.
No nos sorprende la descripción de lo que vio la policía. Blanche estaba sucia y era un esqueleto en comparación con su antiguo aspecto. De hecho, al principio no reconocieron quién era. Desde luego, no se parecía a alguien de la alta sociedad y debutante que la ciudad había conocido hacía 25 años.
Estar privada de la luz y de la comunión con otras personas durante tanto tiempo había tenido, obviamente, terribles consecuencias en esta mujer. Además de la suciedad de su cuerpo, estaba físicamente débil. No había hecho ningún tipo de ejercicio durante más de dos décadas. Pesaba menos de 28 kilos. Su mente había sido alterada y nunca sería la misma. Solo podía decir unas pocas palabras cuando la policía hablaba con ella.
Esta, por supuesto, es una historia horrible. Todos los que leen la historia de Blanche se preguntan a qué nivel de maldad sucumbió su madre para hacerle esto a su propia hija. No tiene explicación. Blanche fue víctima de cosas sobre las que no tenía control. En 1875, esta hermosa joven no tenía ni idea de lo que sería su vida mientras se preparaba para una boda y una vida con un nuevo marido. La imagen de ella antes de entrar en esa habitación oscura en 1875 y la imagen de su aspecto en 1901 son un contraste tan grande que todos los que las ven dicen que no puede ser la misma persona.
Blanche no se merecía lo que le ocurrió. Ciertamente, nadie se haría algo parecido a sí mismo. Pero la Biblia nos dice que en un sentido hay algunas personas que se encierran voluntariamente en un cuarto oscuro. Si permanecen en ese cuarto, las consecuencias serán tan dramáticas como los cambios que le ocurrieron a Blanche.
Estoy hablando de cuestiones espirituales y de un cuarto oscuro espiritual. La Biblia nos enseña que la Palabra de Dios es una luz (Sal 119:105; 1 Juan 1:7). Como creyentes, podemos aprovechar esa luz al leer y meditar en la Palabra.
Pero también necesitamos la comunión de otros creyentes. Estamos en el cuerpo de Cristo y nos necesitamos unos a otros (1 Cor 12:12-20). ¿Qué pasaría con nuestra salud espiritual si nos viéramos privados de estas cosas? ¿Si nos retiráramos a una habitación metafórica donde dejáramos de leer y pensar en la Palabra de Dios? ¿Qué pasaría con nuestra salud espiritual si dejáramos de confraternizar con otros creyentes? ¿No sería eso como encerrarnos en una habitación donde no hubiera luz ni interacción humana?
Creo que el Señor nos da una parábola que nos enseña estas verdades. Él usa cosas de la vida real para describir tal oscuridad espiritual. En la Parábola del Hijo Pródigo, el hijo rompe la comunión con su padre. Se encuentra en una provincia apartada, alimentándose de las sobras de comida que le echan para alimentar a los cerdos (Lucas 15:11-20).
¿Te imaginas qué aspecto habría tenido si hubiera seguido haciendo eso durante años? Habría estado débil, sucio y afectado mentalmente. Si bien eso sería cierto físicamente, también lo sería en cuanto a su relación con su padre. Afortunadamente, dejó el barro y la escasez de la pocilga y volvió con su padre.
La historia de Blanche es desgarradora. Lo que le ocurrió físicamente es una imagen de lo que muchos creyentes se infligen a sí mismos. Cuando los creyentes dejan de estudiar la Palabra de Dios y de reunirse con otros creyentes para edificación, es como si voluntariamente subieran a un ático espiritualmente oscuro y cerraran la puerta. Los resultados serán desastrosos para su relación con el Señor. Afortunadamente, a diferencia de Blanche, pero como el Hijo Pródigo, si nos encontramos en un lugar así, podemos abrir la puerta y salir.