Por Shawn Lazar, extraído de un artículo de la edición de septiembre/octubre de Grace in Focus
Todos estamos agradecidos cuando la gente nos hace favores
Por supuesto, es bastante común apreciar los pequeños favores que la gente nos hace. La vida social está llena de pequeñas atenciones que diferencian la amistad de la mera urbanidad. Pero estas cortesías rara vez son desinteresadas. Muchos regalos están destinados a ser devueltos. Damos esperando recibir a cambio. Y como ha dicho Jacques Derrida, no se trata de regalos sino de deudas, lo que conduce a un círculo interminable de dar y recibir teñido por el resentimiento de estar obligado a dar a cambio.
Pero cuando un regalo es tan extravagante que desafía nuestra capacidad de devolver el favor, y cuando se hace, no para que estemos en deuda, sino por nuestro propio bien, entonces nuestro aprecio se transforma en gratitud. Y en ese momento de agradecimiento, experimentamos un sentido de trascendencia que nos eleva más allá de las preocupaciones estrechamente egoístas de nuestra vida, ayudándonos a tener una visión más amplia de su propósito, y damos las gracias. Porque la gratitud responde a la bondad, y la bondad habla de realidades espirituales que la existencia material no puede explicar. La gratitud nos sentir el sabor de las cosas divinas.
¿Cuánta más poderosa debe ser nuestra gratitud por el regalo gratuito de la vida eterna?
Y si eso es cierto para la gratitud en general, ¿Cuánto más grande es la gratitud cristiana que es la consumación de todo ese sentimiento? Entrelaza todos nuestros momentos fugaces de agradecimiento y los transfigura, señalando su verdadera fuente en Cristo.
La gratitud cristiana tiene este efecto porque nace del mayor sacrificio jamás conocido, y del regalo más costoso jamás dado o recibido. Nace de la propia muerte expiatoria de Cristo, y de su promesa de darnos gratuitamente todo, incluida nuestra herencia eterna, simplemente creyendo en Él para ello.
Y así, el regalo de Cristo habla del verdadero propósito de nuestra existencia, que no es regodearse en el desvergonzado hedonismo de la cultura popular, sino vivir eternamente con, en y para Dios. Por tanto, el regalo gratuito de la vida eterna reconfigura nuestra perspectiva terrenal a la luz de la eternidad.
Por este regalo, los creyentes saben que nuestro verdadero propósito no está en el aquí y ahora, sino en lo que ha de venir pronto. El regalo de Cristo nos libera de la esclavitud cultural de las narrativas que lamentan la futilidad de la vida, y se desesperan por la indiferencia sin sentido de, según Tennyson, una naturaleza “roja de dientes y garras”.
La gratitud remodela la mente del creyente porque proclama el verdadero propósito para el que fuimos creados. No fuimos creados para las violentas luchas del darwinismo social, y menos aún para la felicidad banal del “lamentable confort” (para usar la frase de Nietzsche) que tan a menudo agota las más altas aspiraciones de nuestra cultura. Más bien estamos destinados a regocijarnos con asombro por toda la eternidad ante el amor ilimitado de Dios en Cristo.
Y así, armado con la seguridad de la promesa de Cristo de que habiendo creído en Él no pereceremos nunca (Juan 10:28), ¿Cómo puede el creyente no estar motivado por el agradecimiento a Dios por todo lo que ha hecho?
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Shawn Lazar es el editor de la revista Gracia en el Enfoque, y es el Director de Publicaciones para la Sociedad Evangélica de la Gracia (Grace Evangelical Society). Él y su esposa Abby tienen tres niños. Es pastor bautista ordenado. Tiene el Bachillerato en Teología de la McGill University y Maestría de la Free University of Amsterdam. Ha escrito dos libros: Beyond Doubt: How to Be Sure of Your Salvation [Más allá de la duda: cómo estar seguro de su salvación] y Chosen to Serve: Why Divine Election Is to Service, Not to Eternal Life [Elegido para servir: por qué la elección divina es al servicio, no a la salvación eterna].