Recientemente caminaba con mi esposo en nuestro parque estatal local cuando oímos el grito de un águila proveniente del bosque. Mi esposo y su tío, que es zoólogo, comparten el amor por los animales. Esto significa que a menudo recibo pequeñas lecciones de naturaleza durante nuestras caminatas, y como era de esperar, mi esposo procedió a contarme un hecho poco conocido sobre el supuesto llamado del águila.
Me sorprendió saber que lo que habíamos escuchado no era el grito de un águila, sino de un halcón de cola roja. Me explicó que normalmente confundimos el grito del halcón con el del águila debido a Hollywood. El grito de un águila es en realidad suave, más parecido al sonido de una gaviota. En contraste, el llamado del halcón es mucho más poderoso.
Dado que el águila es un símbolo de los Estados Unidos, se determinó que debía tener un grito fuerte, por lo que su verdadero sonido fue considerado inaceptable por la industria del cine y el entretenimiento. En un intento de fortalecer la imagen de los Estados Unidos, la mayoría de las representaciones cinematográficas y sonoras de águilas reemplazan el suave grito del águila con el potente llamado del halcón de cola roja. Como resultado, generaciones de estadounidenses no saben identificar el verdadero llamado del águila cuando lo escuchan en la naturaleza. La repetición de la mentira ha hecho que la verdad sea irreconocible.
Cuando escuché este dato sobre el halcón de cola roja, me vinieron a la mente las palabras del apóstol Pablo:
“Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios” (1 Corintios 2:1-5).
Pablo les recuerda a los corintios su conducta cuando estuvo entre ellos por primera vez. Pablo no vino con un grupo de alabanza ni con una máquina de humo. No era un gran orador. No llegó a ellos con la sabiduría humana, como la de los filósofos griegos de su tiempo. Más bien, vino en debilidad y predicó la simplicidad de Cristo y su muerte. Hunt comenta este pasaje, diciendo:
“El apóstol señala que cuando vino a ellos a ministrar el evangelio de Jesucristo, no lo hizo con excelencia de palabras o de sabiduría declarando [a ellos] el testimonio de Dios. Pablo describe su práctica habitual, lo que probablemente resultaba más impactante para los corintios, que estaban inmersos en la filosofía griega. Su mensaje era claro y simple… Debido a la crucifixión, Cristo puede prometer vida eterna a cualquiera que crea en Él para recibirla” (Dwight Hunt, “First Corinthians”, The Grace New Testament Commentary, 353, énfasis añadido).
Tristemente, la actitud de Pablo no siempre se refleja en la Iglesia hoy en día. Muchos no están satisfechos con la simplicidad del mensaje de salvación. Sustituyen el mensaje de la vida eterna solo por la fe con lo que consideran un mensaje más impactante y poderoso. En lugar de fe, predican el arrepentimiento. En lugar de un don, se exige entregarlo todo. En lugar de gracia, es por obras. Los llamados al altar y los grandes avivamientos son encumbrados, mientras que la fe como la de un niño es a menudo ignorada o vista como inferior. Al igual que Hollywood, muchas iglesias y pastores han considerado el mensaje de la vida eterna como un don gratuito demasiado débil y lo han reemplazado con el brillo y el glamour de la herejía. Cuando los defensores de la gracia gratuita hablan del don de la vida eterna, son ridiculizados por enseñar lo que algunos llaman “credulismo fácili”.
En otras palabras, al igual que el verdadero llamado del águila, el mensaje de la gracia parece demasiado simple y débil para aquellos que solo han escuchado la versión sintética. Por lo tanto, el suave llamado del Salvador, que dice: “todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”, ha sido catalogado como insuficiente y reemplazado por la herejía de la cola roja de una salvación basada en obras.
Incluso los creyentes pueden volverse arrogantes al proclamar el mensaje de salvación. Por lo tanto, el apóstol Pablo nos ofrece un importante ejemplo a seguir. No necesitamos inflar el mensaje de la gracia para hacer que el Señor se vea bien. No necesitamos grandes escenarios ni un millón de “me gusta” en YouTube. No necesitamos ser los mejores oradores, y ciertamente no necesitamos añadir nada al evangelio para que la gente vea al Señor. El Señor no necesita la sabiduría del mundo para reforzar el mensaje de salvación. En su simplicidad, Él es magnificado. Como dijo uno de mis maestros favoritos de la gracia gratuita:
“Todo el relámpago y trueno del monte Sinaí no puede compararse en poder motivacional con la suave y pequeña voz de la gracia de Dios desde el monte Calvario”.
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i N. del T.: La expresión “credulismo fácil” proviene del inglés “easy believism”.