Israel estaba al borde de Canaán, la tierra prometida. La esclavitud egipcia había quedado atrás. La libertad estaba ante ellos. Todo lo que tenían que hacer era entrar.
Pero dudaron.
Dios les ordenó entrar. Les prometió la victoria y protección. Pero Israel quería ver las cosas a su manera.
Querían un plan de contingencia.
Así que enviaron espías.
Doce de ellos.
Y cuando esos espías regresaron, dieron un informe con resultados disparesPor un lado, admitieron que Canaán era un paraíso abundante:
Nosotros llegamos a la tierra a la cual nos enviaste, la que ciertamente fluye leche y miel; y este es el fruto de ella (Números 13:27).
Por otra parte, estaba llena de gente que daba miedo:
Mas el pueblo que habita aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy grandes y fortificadas; y también vimos allí a los hijos de Anac. Amalec habita el Neguev, y el heteo, el jebuseo y el amorreo habitan en el monte, y el cananeo habita junto al mar, y a la ribera del Jordán (Números 13:28-29).
Dos de los espías —Caleb y Josué— no se desanimaron. Vieron los mismos peligros y desafíos que los otros diez, pero tenían una perspectiva diferente sobre la cuestión. Creían que Dios haría lo que había prometido: llevar a Israel a la victoria, sin importar las probabilidades. Así que querían entrar en la tierra:
Entonces Caleb hizo callar al pueblo delante de Moisés, y dijo: Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos (Números 13:30).
Pero los otros diez espías no estaban de acuerdo. Estaban demasiado asustados para entrar. ¿Por qué? No contaban con que Dios cumpliera sus promesas. En cambio, confiaban en sus propias fuerzas y habilidades. En consecuencia, sabían que no podrían ganar contra los gigantes que vieron:
Mas los varones que subieron con él, dijeron: No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros. Y hablaron mal entre los hijos de Israel, de la tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo el pueblo que vimos en medio de ella son hombres de grande estatura. También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos. (Números 13:31-33).
Diez de los doce espías votaron por no entrar.
83%.
La mayoría.
Y ganaron la partida.
Israel dio la espalda al paraíso y marchó de nuevo al desierto. Y como castigo, ahí es donde murieron.
¿Sabías que las mayorías a menudo se equivocan?
Las noticias falsas han existido desde que hay noticias. Y a menudo es el informe de la minoría el que resulta ser correcto, especialmente cuando se trata de creer en Dios.
Los doce espías nos enseñan una importante lección. Cuando la mayoría corre con temor, deberías caminar por la fe en las promesas de Dios, incluso si acabas caminando solo.
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Shawn Lazar es el editor de la revista Gracia en el Enfoque, y es el Director de Publicaciones para la Sociedad Evangélica de la Gracia (Grace Evangelical Society). Él y su esposa Abby tienen tres niños. Es pastor bautista ordenado. Tiene el Bachillerato en Teología de la McGill University y Maestría de la Free University of Amsterdam. Ha escrito dos libros: Beyond Doubt: How to Be Sure of Your Salvation [Más allá de la duda: cómo estar seguro de su salvación] y Chosen to Serve: Why Divine Election Is to Service, Not to Eternal Life [Elegido para servir: por qué la elección divina es al servicio, no a la salvación eterna].