¿Alguna vez has notado que cuando las personas entran en pánico, dejan de pensar?
Recuerdo hacer un cortometraje con unos amigos del colegio. Estábamos filmando en un campo seco al borde de un bosque. Mientras el director preparaba su cámara, me aburrí y encendí un pequeño fuego con un puñado de hierba. Recuerdo apartar la mirada por un momento para observar el progreso de mis amigos. Cuando volví a mirar atrás, estaba rodeado de llamas.
Y se estaban esparciendo.
Rápido.
Me entró el pánico.
Recuerdo mirar a mi alrededor pensando: “¿Dónde está el balde de agua? ¿Dónde está el balde de agua?”
Por supuesto, no había un balde de agua. Estaba en medio de un campo en medio de la nada. Pero no estaba pensando claramente, ¿verdad?
Afortunadamente, mis amigos vieron las llamas, corrieron, y aplastaron el círculo de fuego con sus chaquetas. Me di cuenta de que también tenía una chaqueta, y me uní a ellos. Gracias a Dios, lo apagamos, pero no antes de que el fuego hubiera consumido un gran círculo de hierba carbonizada.
A veces la vida puede dejarnos aturdidos, y necesitamos que nuestra comunidad cristiana esté a nuestro lado para recordarnos las verdades que se olvidan fácilmente.
Por ejemplo, los creyentes en Tesalónica se habían confundido en cuanto a las muertes de sus queridos porque estos habían muerto antes del regreso de Jesús. Fue inesperado. Pensaban que Jesús regresaría pronto, pero no sucedió. ¿Qué les pasaría, entonces, a sus queridos recién difuntos?
Los tesalonicenses estaban casi abrumados por la tristeza. Por eso, Pablo les escribió para tranquilizarlos con las verdades del Rapto y la Resurrección:
“Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él” (1 Tesalonicenses 4:13-14).
Pablo les dijo que podían lamentarse, “pero no como los otros que no tienen esperanza.” El lamento cristiano toma una perspectiva divina. Pablo les recordó que Jesús se levantó de entre los muertos, y eso significa algo para nosotros también:
“Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:15-17).
Cuando el Señor regrese por la Iglesia, los muertos en Cristo resucitarán primero. Y entonces los vivos y los resucitados juntos se unirán con el Señor en el aire. Saber esto debería darnos esperanza frente a la muerte. Veremos a nuestros amigos cristianos de nuevo en el Arrebatamiento:
“Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1 Tesalonicenses 4:18).
Aliéntense unos a otros con esas palabras, tal como lo hizo Pablo.
Este mandamiento del tipo “unos a otros” depende de que sepamos y confesemos las verdades cristianas. El arrebatamiento y la resurrección son doctrinas especialmente alentadoras porque nos ofrecen una perspectiva divina sobre la muerte de otros creyentes.
Un día, nos levantaremos juntos. Mientras tanto, necesitamos una comunidad doctrinalmente informada para que nos alentemos juntos.
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Shawn Lazar es el editor de la revista Gracia en el Enfoque, y es el Director de Publicaciones para la Sociedad Evangélica de la Gracia (Grace Evangelical Society). Él y su esposa Abby tienen tres niños. Es pastor bautista ordenado. Tiene el Bachillerato en Teología de la McGill University y Maestría de la Free University of Amsterdam. Ha escrito dos libros: Beyond Doubt: How to Be Sure of Your Salvation [Más allá de la duda: cómo estar seguro de su salvación] y Chosen to Serve: Why Divine Election Is to Service, Not to Eternal Life [Elegido para servir: por qué la elección divina es al servicio, no a la salvación eterna].