Jesús no vino a condenar al mundo.
Eso significa que no vino a condenarte.
“Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:17).
Esas son las buenas noticias.
Jesús vino a salvarte.
Por supuesto, sabes lo que eso implica, ¿verdad?
Implica que necesitas ser salvado.
Tienes un gran problema, aunque no te des cuenta.
¿Qué problema? Bueno, la razón por la que Jesús no vino a condenarte es que no tiene que hacerlo. Los no creyentes ya se han condenado a sí mismos.
“El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:18).
Si no crees en Jesús, no hay necesidad de juicio. No hay necesidad de recopilar pruebas, de llamar a los testigos, ni de que un jurado delibere. La sentencia ya está dictada… ¡Por ti! Ya estás condenado. Dios no lo hizo. Te lo hiciste a ti mismo.
Y por eso, Dios envió a Jesús para rescatarte.
Este no es un mensaje fácil de escuchar. Pero si eres un no creyente, es el mensaje que más necesitas escuchar.
Esa es la diferencia entre el Jesús sentimental de la imaginación popular y el Jesús realista de la Biblia.
El Jesús sentimental de la ficción va por ahí fingiendo que todo está bien. La vida será de color de rosa sin importar lo que hagas, o digas, o creas. Solo tienes que cerrar ojos y oídos, ignorar el mundo y fingir que todo está bien.
Por el contrario, el Jesús bíblico te hace recapacitar con una fuerte dosis de realismo. Él no va por ahí fingiendo que todo está bien. No lo está. El mundo no está bien. Tú tampoco lo estás. Las cosas no son como deberían ser.
Jesús te ama, pero es un amor urgente, sincero, que no se hace ilusiones sobre ti y el peligro que corres. Jesús te ama. Pero es el amor de un médico de urgencias que intenta evitar que te desangres. Es el amor de un soldado que saca a un camarada de los restos en llamas de un Humvee1.
Jesús vino a salvarte porque si no crees, ya eres condenado. Te lo has hecho a ti mismo.
Pero hay esperanza. La sentencia está dictada, pero mientras estés vivo puede ser revertida. Jesús abrió un camino.
“El que en él cree, no es condenado” (v. 18).
Si crees, no hay condena para ti, sino que eres “salvo” (v. 17). Obtienes la vida eterna. Para siempre estarás con Dios.
¿Alguna vez has conocido a alguien que se complica la vida? ¿Quién es la fuente de sus propios problemas? ¿Quién es su peor enemigo? Si eres un no creyente, esa persona eres tú. Te has condenado a ti mismo. ¿Dejarás de hacerlo? ¿Dejarás que Jesús te salve? ¿Creerás?
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N.T.
1 tipo de vehículo militar.