Mi esposa y yo compramos nuestra casa en el año 2015–es nuestra primera casa. Hasta entonces habíamos alquilado, viviendo en condominios y apartamentos donde estábamos restringidos en cuanto a lo que podíamos hacer para personalizar nuestro espacio y teníamos que depender del propietario para hacer las reparaciones. Ahora las cosas son diferentes; la responsabilidad de mantener la casa es nuestra. Estaba en buenas condiciones cuando la compramos, pero estaba envejeciendo. Como la mayoría de los propietarios de viviendas, continuamente hacemos reparaciones o mejoras para que nuestra casa sea un poco mejor que cuando nos mudamos por primera vez. Pintando aquí, parcheando allá. Reemplazando el techo después de una granizada destructiva. Arreglando una fuga en una losa. Reemplazando un calentador agrietado. Estoy agradecido por los constructores y fontaneros, techadores y técnicos que contratamos para hacer el trabajo. También estoy agradecido por los laboriosos abuelos que han venido a arreglar una cerca o asegurar un lavavajillas. Aunque nuestra casa fue construida en el año 2001, todavía necesita fortificación.
Pablo sabía algo sobre las reparaciones y renovaciones:
Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis (1 Tesalonicenses 5:11).
Animar y edificar. “A Pablo le gusta mucho esta idea de la edificación de los cristianos,” notó Leon Morris. “La palabra que él usa es debidamente aplicable a tales asuntos como la construcción de casas, pero Pablo la usa habitualmente de manera metafórica, para describir la edificación de cristianos en la fe” (Morris, Thessalonians [Tesalonicenses], p. 163).
Todo cristiano necesita necesita edificación.
En nuestra posición, somos completos en Cristo (Col 2:9-10). Pero en nuestra experiencia—nuestro diario vivir y crecer en Cristo—todos estamos en diferentes etapas de construcción. Algunos de nosotros apenas echamos el fundamento. Otros están construyendo el cuarto o quinto piso.
Además, llegamos a la iglesia en varias etapas de deterioro, agotados por las “granizadas y el daño del agua” de la vida. Pablo está diciendo que necesitamos una comunidad cristiana para edificarnos y repararnos donde la necesitamos.
Piénsalo de esta manera. En mi caso, no soy un manitas. Voy bien arreglando lavavajillas y lavadoras, pero no puedo arreglar una fuga de losa o reparar un techo. Por eso contrato a otras personas para que me ayuden a arreglar lo que necesita ser arreglado. Algo similar ocurre con la edificación de nuestra vida espiritual. Necesitamos ayuda para hacerlo. Es por eso que tenemos personas con múltiples talentos y experiencia dentro de la iglesia para hacer la edificación por nosotros.
El contexto inmediato de la exhortación de Pablo fue la preocupación que tenían los Tesalonicenses sobre lo que les pasaría a los creyentes que murieron antes del regreso del Señor en el Arrebatamiento. Pablo los consoló al revelarles que los muertos no saldrán perdiendo, sino que serán resucitados primero (1 Tes 4:16), de modo que los vivos y los muertos se encontrarán con Cristo juntos.
Pablo les estaba proporcionando consuelo doctrinal. Morris explica que la palabra animar significa “fortalecer con las palabras de uno” (p. 163). Las palabras pueden edificar—especialmente la doctrina, que renueva la mente. De hecho, como dice I. Howard Marshall, Pablo se refiere específicamente a la “fortificación de la fe para que los creyentes no sucumban a la tentación de desanimarse o caer en el descuido espiritual” (Marshall, 1 and 2 Thessalonians [1 y 2 Tesalonicenses], p. 141). Necesitamos edificarnos unos a otros, no en el sentido de la autoestima personal (p.ej., “¡Tu cabello luce maravilloso hoy!”), sino en nuestra fe. ¿Cuán a menudo nuestras conversaciones se han quedado en la superficie de la vida, sin jamás penetrar más profundamente en las heridas, preocupaciones, dolores y temores reales de nuestras situaciones particulares? Lo encuentro desafiante llegar a esos momentos honestos, incluso entre cristianos. Pero puede suceder en el contexto adecuado (típicamente alrededor de una comida o durante un viaje largo). Necesitamos ser intencionales en la creación de oportunidades en las que puedan tener lugar conversaciones honestas, a fin de que la edificación doctrinal pueda ocurrir .
Entonces, ¿qué significa este mandamiento de tipo “unos a otros”? Significa que la vida normal de la iglesia cristiana es una en la que la comunidad creyente debería proclamar audazmente las verdades de la fe en las situaciones de los fieles. Eso requiere ir más allá de las bromas del domingo por la mañana, y hablar sobre las cosas profundas de la fe, como el Arrebatamiento y la Resurrección.
Y en el contexto de 1 Tesalonicenses, significa que la comunidad cristiana normal es la que se caracteriza por una expectativa entusiasta del regreso del Señor. Como dicen Walvoord y Hitchcock, “Qué no solo sea parte de nuestra teología y nuestra esperanza, sino que sea la fuente principal de nuestra vida y testimonio como cristianos” (Walvoord and Hitchcock, 1 & 2 Thessalonians (1 y 2 Tesalonicenses), p. 96).
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Shawn Lazar es el editor de la revista Gracia en el Enfoque, y es el Director de Publicaciones para la Sociedad Evangélica de la Gracia (Grace Evangelical Society). Él y su esposa Abby tienen tres niños. Es pastor bautista ordenado. Tiene el Bachillerato en Teología de la McGill University y Maestría de la Free University of Amsterdam. Ha escrito dos libros: Beyond Doubt: How to Be Sure of Your Salvation [Más allá de la duda: cómo estar seguro de su salvación] y Chosen to Serve: Why Divine Election Is to Service, Not to Eternal Life [Elegido para servir: por qué la elección divina es al servicio, no a la salvación eterna].