“Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer” (Lucas 12:4).
La generación del éxodo.
Tenían tanto potencial. Con un futuro muy prometedor. Tanto, que Dios quería concederles la tierra que había preparado para ellos.
En cambio, eligieron vagar por el desierto.
Cada día que Israel pasó en el desierto fue un día que pudo haber pasado en Canaán.
Israel desperdició mucho tiempo. Y se perdió la bendición de Dios.
Lo mismo sucedió con Nicodemo.
Nicodemo era un fariseo. Los hombres lo alababan. Era un líder respetado en su comunidad. Pero ocultó en todo momento sus verdaderas creencias sobre Jesús.
Nicodemo pudo haberse convertido en discípulo de Jesús. Podría haber estado con el Señor todos los días durante tres años. Podría haber visto los milagros, haber escuchado las enseñanzas y haber recibido la tutela del propio Maestro. Después de la muerte de Judas, Nicodemo podría haberse convertido en el duodécimo apóstol. En cambio, prefirió esconderse en las sombras como creyente secreto.
Cada día que Nicodemo pasó en la oscuridad fue un día que pudo haber pasado con la Luz (Juan 1:4-5). Nicodemo se perdió la bendición de Dios.
¿Por qué?
¿Por qué ellos se lo perdieron? Miramos hacia atrás en sus vidas y pensamos en la necia elección que hicieron. ¿Por qué actuaron así?
Por miedo.
“Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer” (Lucas 12:4).
Estaban centrados en sus miedos en lugar de en Dios y eso les impedía seguir adelante.
La generación del éxodo temía demasiado a los habitantes de Canaán como para entrar en la tierra (ver Números 13:27-33). Del mismo modo, es probable que Nicodemo tuviera demasiado miedo de ser expulsado de la sinagoga como para seguir al Señor (ver Juan 12:42). Y ese miedo básico a los demás hombres les impidió disfrutar de las bendiciones que vienen de seguir abiertamente al Señor.
Cuando el miedo supera la intención de seguir a Jesús, es una señal de estar centrado en sí mismo, en lugar de estar centrado en Cristo.
¿Cómo es eso?
Actuar por miedo a otras personas significa que tu pensamiento está ocupado con tu problema, en lugar de con Su Persona, que es tu provisión.
El miedo es natural. No hay pecado en tener miedo; al menos, como reacción inicial. Pero que el miedo domine tu vida e impida tu crecimiento en la madurez espiritual —que te persuada a no seguir al Señor— no es natural.
Ese tipo de miedo es una señal de incredulidad rebelde. Es realmente un voto de no confianza en el Señor. Efectivamente estás diciendo: “Señor, tengo miedo de estos tipos y creo que son demasiado poderosos para Ti”.
Jesús dijo que no debes temer a aquellos que solo pueden matar tu cuerpo. Fíjate, ¡Jesús no prometió una vida sin problemas! No debes fingir que el problema o el peligro no existe. La gente puede venir y matarte. Sin embargo, Jesús dijo que ser asesinado no es una razón para tener miedo. ¿Por qué no?
La clave es poner el problema en una perspectiva eterna.
A largo plazo, esta vida no es el final. Hay una vida después de esta, y lo que hacemos aquí, impacta en cómo viviremos allí. La muerte física es un parpadeo a la luz de la eternidad. Ya que los creyentes tienen vida eterna, y tú eres un creyente, el miedo a la muerte física no es algo que deba impedirte seguir a Dios y vivir en Su bendición.
El miedo es la forma que tiene la naturaleza de ayudarte a evitar la muerte. Pero no dejes que Satanás te haga evitar vivir.
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Shawn Lazar es el editor de la revista Gracia en el Enfoque, y es el Director de Publicaciones para la Sociedad Evangélica de la Gracia (Grace Evangelical Society). Él y su esposa Abby tienen tres niños. Es pastor bautista ordenado. Tiene el Bachillerato en Teología de la McGill University y Maestría de la Free University of Amsterdam. Ha escrito dos libros: Beyond Doubt: How to Be Sure of Your Salvation [Más allá de la duda: cómo estar seguro de su salvación] y Chosen to Serve: Why Divine Election Is to Service, Not to Eternal Life [Elegido para servir: por qué la elección divina es al servicio, no a la salvación eterna].