Una lista de héroes del Antiguo Testamento se puede encontrar en el capítulo 11 del libro de Hebreos. El pasaje conocido como el “Salón de la fe,” e incluye tales hombres como Noé, Moisés, y Abraham. Las mujeres de la fe también están incluidas. Frecuentemente vistos como gigantes de la fe, estas personas se nos presentan como atletas olímpicos en sus pedestales durante una ceremonia de premiación. Esos son creyentes fieles que merecen nuestra consideración e imitación.
Sin embargo, escondidos dentro de esta lista de “héroes”, el autor de Hebreos también llama nuestra atención sobre cuatro personajes cuestionables.
En el versículo 32, el autor de Hebreos escribe:
“¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté…”11
En esta lista, se nos cuenta de cuatro hombres que se encuentran en el Libro de los Jueces: Gedeón, Barac, Sansón y Jefté.
Es extraño que el autor de Hebreos los haya incluido. Cuando volvemos al Libro de los Jueces y consideramos los relatos de estos hombres, no tardamos mucho en darnos cuenta de que todos tenían serios defectos.
En el caso de Gedeón, el autor de los Jueces pinta un retrato de un creyente nervioso y desconfiado. Primero, prueba al Señor con el vellón. Cuando eso no fue suficiente, lo hace nuevamente pero con diferentes estipulaciones (Jueces 7:36-40). Más tarde, Gedeón toma oro del pueblo de Israel y lo convierte en un efod (Jueces 8:24-29). Se nos dice que por eso, la nación se prostituyó, y el efod se convirtió en un tropiezo para Gedeón y su familia. Así Gedeón termina con su vida, habiendo conducido nuevamente a la nación y a su propia familia por un camino de idolatría y destrucción.
Mirando a Barac, vemos deficiencias similares. En Jueces 4, leemos el relato de Barac y Débora. A Barac se le ofrece la oportunidad de vencer al enemigo de Israel, incluido su comandante Sísara en la batalla. Débora le dice a Barac que si lucha contra Sísara, el Señor le entregará el comandante, y él reclamará la victoria y el honor (4:7). No obstante, Barac se niega a ir a la batalla sin Débora. Por su cobardía, la gloria de derrotar a Sísara va a una mujer (Jueces 4:8-9). Así, Barak pasa a la historia como el tipo que se escondió detrás de la falda de una mujer y perdió el honor de derrotar de primera mano al enemigo de Israel.
Luego, el autor de Hebreos menciona a Sansón. Probablemente el más conocido de estos cuatro hombres, Sansón es un mujeriego de toda la vida. Se casa con una pagana (Jueces 14:1-3), se acuesta con una ramera en Gaza (16:1) y finalmente muere debido a su relación con la prostituta Dalila (Jueces 16:4 sig.). Su inmoralidad sexual habitual es innegable y, sin embargo, muchos la ignoran al hablar de este hombre.
Y finalmente, tenemos la historia de Jefté (Jueces 11:1ss).
El hijo de una ramera, Jefté se presenta por primera vez como un paria, corriendo con una pandilla de forajidos (v 3). El Señor lo usa para derrotar a los enemigos de Israel, pero Jefté acepta luchar solo si los ancianos aceptan nombrarlo su comandante (vv 9-11). En otras palabras, Jefté no va a la batalla por la bondad de su corazón. En cambio, ve esa oportunidad como un negocio lucrativo. Para empeorar las cosas, Jefté luego hace un voto que conduce a que su único hija pague el precio de su error.22 Cuando leemos el relato de Jefté, lo que encuéntranos es un hombre cuya fe a menudo se vio ensombrecida por la insensatez y el egoísmo.
En esta lista de estos cuatro hombres, no tenemos ejemplos relucientes de creyentes sin pecado. En cambio, vemos a hombres defectuosos y desordenados que se parecen más a una rueda de reconocimiento policial que a un panel de atletas olímpicos.
¿Puede un creyente pecar habitualmente? ¿Puede un creyente tener dudas, luchar con la cobardía o tomar decisiones tontas que tienen consecuencias para toda la vida?
¿Puede alguien como Sansón, un mujeriego habitual y persona sexualmente inmoral, seguir siendo uno de los grandes héroes de la fe?
Según el autor de Hebreos, sí pueden. Pero a pesar de estos claros ejemplos, la mayoría de la cristiandad suele negarlo. El arminiano diría que estos hombres perdieron su salvación. El calvinista afirmaría que cualquier persona que peca habitualmente prueba que no fue salvo en primer lugar.
Y, sin embargo, esos hombres se encuentran en el Salón de la fe.
El autor de Hebreos arrastra hacia adelante a estos hombres desordenados e imperfectos, y dice que incluso ellos son dignos de imitación.
¿De qué manera?
Indudablemente, el autor de Hebreos tiene en mente el tema común que observamos con estos cuatro hombres. Es decir, los cuatro al fin y al cabo confiaron en Dios y se enfrentaron a sus enemigos. Por supuesto, hubiera sido mejor si hubieran estado dispuestos a ir sin ciertas mantas de seguridad. Pero aun así, fueron a la batalla. Para los lectores de Hebreos, esto habría tenido significado ya que estos “héroes” se enfrentaron a sus propios enemigos. Gedeón estaba nervioso, Barac necesitaba a una mujer, y Jefté tuvo que ser sobornado, pero al final del día, fueron a la batalla e hicieron lo que Dios les dijo.
Vale la pena notar que los pecados de estos hombres no quedaron sin consecuencias. Barac perdió el honor de derrotar a Sísara, Jefté perdió a su hija, y Sansón perdió la vida. Si bien los creyentes no pueden perder la vida eterna a causa de sus fracasos, sí que podemos perder los privilegios, recompensas y honor cuando pecamos. Estos hombres también nos enseñan que nuestra desobediencia trae consecuencias.
Muchos en la cristiandad de hoy eluden este versículo en Hebreos 11. Pasan por encima de esta lista de hombres defectuosos y desean saltar adelante a los “grandes.” Lo que no ven es que cuando solo buscas héroes de la fe sin mancha, terminarás con pedestales vacíos.
En cambio, el autor de Hebreos nos dice que hay mucho que aprender de estos hombres imperfectos. Ellos nos muestran que la seguridad eterna nunca ha dependido de nuestras obras. No podemos perder la vida eterna debido a nuestros pecados. También nos recuerdan que cualquiera puede ser grande en el reino de los cielos, incluso aquellos que tienen historias defectuosas. Al final, estos cuatro hombres están junto a los demás, como miembros iguales de la multitud de testigos (12:1), dignos de nuestra imitación y estudio.
1 Algunos comentaristas sugieren que el v 32 consiste de tres pares de hombres, con el más famoso de los dos citado primero: Gedeón-Barac, Sansón-Jefté, David-Samuel.
2 Dado que Jefté está incluido en esta lista, es poco probable que haya sacrificado a su hija. Lo más probable es que le haya exigido que permaneciera virgen toda su vida, que nunca se casara ni le diera nietos.
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Kathryn Wright tiene una maestría en Estudios Cristianos del Seminario Luther Rice. Ella coordina nuestros viajes misioneros a corto plazo, y también enseña ella misma. Adicionalmente, habla y enseña en conferencias de mujeres, conduce estudios bíblicos y contribuye regularmente a nuestro blog y a nuestra revista. Kathryn y su esposo Dewey viven en Columbia, Carolina del Sur.